Hay 4.444 kilómetros entre el cerro del Bú, que se asoma a la Academia de Infantería de Toledo, y la colina de Chassiv Yar, junto a Bakhmut, en Lugansk, un territorio tan arrasado por la artillería como los campos de Verdún.
De la I Guerra Mundial hace 110 años; el fuego en Chassiv Yar es puro presente. En Verdún cayeron centenares de miles de balas de cañón, como en Bakhmut, que es además objetivo de drones explosivos, misiles y munición merodeadora. Al Donbás incandescente manda Ucrania a reclutas que el ejército español adiestra en Toledo. Y del Donbás llegan a Toledo lecciones de la guerra. Por eso, en el campo de ejercicios de la Academia, cuando los soldados ensayan asaltos a trincheras o edificios, lo primero que suena no son sus botas en carrera, sino el zumbido mosconero de los drones.
No hay forma definitiva de abatirlos. A los rusos les da el Kremlin escopetas de caza para que lo intenten a perdigonazos. A los ucranianos “les enseñamos cómo esconderse de la cámara del dron, y, si les pilla, cómo colocarse mejor para evitar la hemorragia masiva”, explica uno de los instructores españoles.
Puede que la solución salga de trabajos en Castilla-La Mancha. Toledo es un vértice que, con Valdepeñas y Albacete, completa un triángulo castellano-manchego de la industria de defensa. Cómo está esta autonomía respecto al resto de España para competir en el mundo que viene es una de las claves que trata de descifrar este serial de radiografías, elaborado por periodistas especializados en defensa de los diarios del grupo Prensa Ibérica.
Cero accidentesVértice dos del triángulo. En un mismo llano de Albacete hay dos puntos gravitatorios de la defensa y de la industria. Por un lado, el Ala 14 del Ejército del Aire, que vuela cazas Eurofighter, a los que España apuesta 6.637 millones de euros de inversión hasta 2035. Por otro lado, a pocos metros de la base aérea de Los Llanos, han ido brotando flamantes naves industriales -ITP Aero, Escribano M&E…- en torno a la planta de Airbus Helicopters.
Junto a los tornos de acceso a la factoría, un cartel no cuenta lo que allí se produce, sino lo que no se produce: siniestros. Dice: “Número de accidentes de trabajo con pérdida de días desde el 1 de enero: 0”.
Un grupo de especialistas de Airbus, junto al fuselaje de un helicóptero NH90 / José Luis Roca
Hay “objetivo cero accidentes” en la planta que trabaja los helicópteros Tigre y NH90 de las Fuerzas Armadas, y se busca tan a rajatabla como la limpieza total. Cada operario lleva encima una bolsita en la que meter lo que encuentre perdido por el suelo. La carga se entrega, analiza y contabiliza, porque hay pocas cosas más tontamente peligrosas para una aeronave que el FOD (Foreing Object Damage), o sea, algún cacharro suelto rodando por ahí.
Made in AlbaceteAcercándose a los 500 millones en facturación, Airbus Helicopters es la primera empresa industrial de la región, primera también en preferencia de empleo según la consejería de Economía.
Cada día acuden allí 800 trabajadores. Había 650 en nómina en 2019. De la planta salen fuselajes, piezas… 400 colas al año para helicópteros NH90 vendidos a Noruega, Holanda, Omán, Nueva Zelanda…, y H135 que tienen la Guardia Civil, los Mossos y la Ertzaintza. “Este trabajo que hacemos desde Albacete -explica José María Rubio, director de relaciones institucionales- nos permite estar muy presentes a nivel internacional. En Perú, en Canadá, en Vietnam… cada helicóptero de Airbus tiene entre el 15 y el 20% de contenido albaceteño”.
La planta también irradia actividad a Illescas (Toledo), donde el proveedor Hexcel produce fibra de carbono, y donde Airbus ha montado una planta de materiales compuestos y un centro logístico; o al Polígono Can Volart de Parets (Barcelona), donde Heliswiss hace piezas y pinturas para aeronaves; o a las universidades de Castilla-La Mancha, Sevilla, Valencia, Politécnica de Madrid, Carlos III, Complutense… con las que pacta Airbus.
Y ejerce fuerza centrípeta sobre un pequeño centro de Formación Profesional en la aldea de Aguas Nuevas, de donde ha venido a hacer prácticas un grupillo de chavales albaceteños, estudiantes de Montaje Estructural Aeronáutico, que se arremolinan en el vestíbulo esperando a entrar.
José María Rubio, directivo de Airbus Heilcopters, junto a colas que se fabrican en Albacete / José Luis Roca
Pasear por la planta es ir sorteando ZAR (zonas de acceso restringido), y el área misma donde se reparan los Tigre, bajo secreto industrial militar. En un pasillo, Rubio señala la finísima sección del fuselaje de fibra, solo milímetros, que se pega con total exactitud a otras partes del helicóptero con una resina que aguanta fuerzas de 12 toneladas. “Esto, más que fabricación, es fe”, comenta.
Airbus tiene plantas en Alemania, Francia, Getafe… a las que la factoría de Albacete “ha aportado ingenio manchego”, cuenta Rubio. Lo dice por unas máquinas de vending, como las de las oficinas y las estaciones, solo que estas no expenden sandwiches ni bebidas, sino cintas, gafas, guantes, equipos de protección… Cada operario mete su código para obtener lo que pide, y la máquina va avisando de su stock a la ferretería industrial Torsesa.
Con la máquina no se escatima, pero tampoco se despilfarra el material. El Servicio de Salud de Castilla-La Mancha ha imitado la idea.
La base Dice el ejecutivo que Albacete “es una ciudad de extraordinaria calidad de vida, cerca de Murcia, de Alicante, cerca de la playa y cerca de Madrid. Y con una ventaja: el desplazamiento entre el domicilio y el trabajo es muy corto, no hay atascos”.
Cada mañana, temprano, acuden a la base aérea de Los Llanos 1.100 personas de oficios muy diversos. Muchos no usan coche para ir; les vale la bicicleta, o hacen jogging en los siete kilómetros que dista del centro.
En torno a los Eurofighter que guardan refugios y hangares gravita una constelación de militares y civiles. La base, que ya era aeródromo en 1929, trenza biografías y complicidades. “Es una ciudad muy acogedora -asegura el coronel jefe de la base, el salmantino Diego José Sánchez Caamaño-. Saben que nuestra relación no es de cliente, no es que nos alquilen la zona: tenemos relación con ellos, hacemos la vida aquí, nuestros hijos van al colegio aquí. Somos albaceteños. Yo vine aquí en 1996 y no me he vuelto a ir: la gente me encantó”.
Hangar de mantenimiento de cazas Eurofighter en la base aérea de Los Llanos (Albacete) / José Luis Roca
En Los Llanos se hace el mantenimiento de los Eurofighter. Al trenzado de civiles y militares se une un ir y venir de 150 ingenieros de Airbus desde Getafe. Los pilotos de caza informan a la industria de cómo perfeccionar el avión.
Pero hay además un nutrido merodeo escolar en la base. Cada día lectivo del año la visitan dos colegios. “Somos como una ciudad, con mucha gente que hace cosas diversas, y nos gusta enseñarlo”, comenta Caamaño. El año pasado, en jornadas de puertas abiertas, pasaron por allí 60.000 personas.
Vino y fotonesVértice tres: Valdepeñas. En la lista de hijos adoptivos de la localidad está el catalán Luis Furnells. El Ayuntamiento le dio el título al presidente del grupo Oesía en las Fiestas del Vino de 2020.
A Oesía pertenece Tecnobit, firma que se asomó a un barranco cuando, en la crisis de la burbuja, se derrumbaba su principal accionista, Caja Castilla-La Mancha. Ahora participa en la elaboración de guías inteligentes para misiles y otros sistemas para muchos países, también en el frente ucraniano, e investiga para Defensa en el proyecto Gefot, guerra electrónica por tecnología fotónica.
En la planta de Airbus de Albacete tuvieron la idea de repartir el material de protección mediante estas máquinas de vending / José Luis Roca
La plantilla de Tecnobit crece. De 2023 a 2024, un 25,6%, acabando el año con 470 empleados. Ahora son 500, del total de 3.600 que tiene el grupo en 19 sedes. En Valdepeñas están contratando: “Tenemos pensado continuar creciendo en valores cercanos al 20%”, aseguran en la compañía.
La actividad de la firma en Valdepeñas es el 1,2% del PIB industrial de Castilla-La Mancha. Dos tercios de los ingresos proceden de la exportación. Tiempos de guerra y rearme: la facturación de Oesía era de 183,2 millones en 2022, y subió a 221,7 en 2023. Se espera el mismo ritmo en los resultados de 2024.
La calmaVuelta al vértice uno. En un bar de la AP36, por Mota del Cuervo, Trump, Putin y Von der Leyen desfilan en la tele que preside el salón mientras viajeros y parroquianos, indiferentes, dan cuenta de sus consumiciones.
Pese a la estridencia de los telediarios, nadie diría que se piensa en la nueva inseguridad europea en esta retaguardia industrial, en la serenidad del bar, el sosegado oreo vespertino de bebés en carrito en el Parque Cervantes de Valdepeñas, o en los apacibles amaneceres sin atascos de Albacete.
En Toledo cada junio celebra la Asociación de Periodistas Europeos su Seminario de Seguridad y Defensa en el Parador. Cuando se acoda en la barandilla de su hipnótica terraza, con vistas a la catedral y al alcázar, Janusz Onyszkiewicz, exministro de Defensa de Polonia, se acuerda de Cracovia: “Me encanta Toledo. Hay calma en las calles, algo muy valioso. Ustedes, en Occidente, tienen tanta que olvidan que se puede esfumar en un instante”.
Onyszkiewicz es de la ciudad ucraniana de Leópolis, que era polaca en 1937, cuando nació. Asistiendo a un espectacular atardecer toledano de primavera, el viejo político hacía esta advertencia a EL PERIÓDICO en 2019. Dicen hoy los expertos que ya por entonces Vladimir Putin planeaba una invasión a gran escala.