Seis meses, cinco destinos, dos mochilas, infinidad de autobuses y una persona con carácter aventurero que recorre un continente desconocido para ella. ‘Desde Estepona hasta el fin del mundo’ podría ser un lema que Carmen Benítez llevaría por bandera, quien entiende la vida como un viaje constante en el que salirse del camino y explorar otros senderos está permitido.
La malagueña ha recorrido parte de Latinoamérica con ella misma como única compañera de viaje, dejando atrás pareja, familia y amigos, y renunciando a un buen puesto de trabajo en Cancún, todo con el propósito de cumplir su mayor sueño: recorrer sola el mundo.
Carmen Benítez estudió Marketing en la Universidad de Málaga, estudios que le llevaron al sector hotelero en Mallorca, y más tarde se mudó a Cancún con su pareja donde era marketing manager de siete hoteles. «Estando en México empecé a cuestionarme todo. Viajar sola como mochilera era uno de mis sueños, y siempre lo estaba posponiendo, porque pensaba que nunca era el momento perfecto. No sé si fue el hecho de cumplir 30 años o las preguntas que empecé a hacerme a mí misma, pero paré en seco para plantearme qué quería hacer con mi vida y pensé que estaba en el momento perfecto de mi vida para dejar el trabajo y atreverme a cumplir mi sueño», cuenta.
Desde España, con solo dos mochilas como equipaje,cogió un vuelo hacia Colombia, lugar donde comenzó el recorrido. A partir de ahí sus viajes eran en autobús, con trayectos de hasta 17 horas, los que define Benítez como sus momentos de paz. «Lo cómodo es ir en avión, pero en la experiencia que yo quería vivir quería ser consciente del mundo que me rodea, no quería vivir en una burbuja, porque para eso no me muevo ni visito otros sitios. Yo quería entender cómo es el paisaje, cómo es la carretera, y además me sirve para tener momentos de espacio mental», cuenta. La filosofía de la malagueña en este viaje era no tener prisa, disfrutar con toda la calma y con la intensidad que se merece, «viajar en bus es parte de ese ‘viajar lento’ y vivir todo con consciencia», añade.
La malagueña en la Amazonía boliviana. La Opinión
Para alojarse, Benítez acudía a ‘hostels’, donde compartía habitación con 6, 8 y hasta 10 personas, por el bajo precio y porque «viajar sola hace que una de las premisas sea conectar con la gente y predisponerse a crear situaciones donde puedas hacerlo» .
Entre buses y ‘hostels’, en 6 meses ha visitado Colombia, donde estuvo 2 meses y una semana; Ecuador, durante 1 mes y del que se marchó por la situación de inseguridad del país; Perú, donde estuvo un mes y medio; Bolivia, también un mes y medio, y su destino final; Chile, donde solo está visitando el Desierto de Atacama durante 5 días.
En estos lugares, la malagueña ha vivido lo que define como «unas de las mejores experiencias de su vida». Entre las aventuras más destacadas se encuentra el haber subido una montaña de 6.800 metros, la ‘Huayna Potosí’, en Bolivia. La subida duró 3 días y 2 noches, alojandose en refugios y luchando contra el frío y la falta de oxígeno a medida que se iba alcanzado la cima. El último trayecto comenzó a las 00.30 h para llegar al pico más alto a las 7.30 h. «Vimos el amanecer a más de 6.000m de altitud. Fue uno de los momentos más impresionantes, llegué arriba y quería llorar de la emoción y del sufrimiento tan grande hasta llegar ahí», narra la malagueña.
A pesar de esta experiencia en Bolivia que le marcó, si tuviese que quedarse con un país, Benítez elige Perú. «Este país tiene muchas caras, y si tienes la oportunidad de descubrirlas es increíble. Si me tengo que quedar por la diversidad de paisajes, calidez de la gente, gastronomía y cultura, Perú tiene una riqueza espectacular». Además, las ruinas Machu Picchu fueron la guinda del pastel a su estancia en Perú, que le dejaron tan marcada que hasta su piel deja constancia de ello. «Después de visitar Machu Picchu me tatúe una palabra en Quechua que me dijo el guía de la excursión. Nos explicó que a Machu Picchu no se le dice ni adiós ni hasta luego, porque en Quechua no existe, se le dice ‘tupananchiskama’, que significa ‘hasta volvernos a encontrar’. Fue tan mágico que supe que sería mi primer tatuaje, ya que también es un mensaje de vida», cuenta Benítez.
Este y otros muchos rincones de cada país han sido documentados por la aventurera en una cuenta de Instagram que creó para mostrar su experiencia. En @thelocal_stories ha creado un espacio donde ha compartido con más de mil seguidores sus fotografías, anécdotas, y muchas de sus reflexiones y escritos que hacía en esta aventura. «Mi libreta ha sido mi mejor compañero de viaje y ahí escribía todo lo que sentía y pensaba», cuenta.
Ya han pasado 6 meses desde que se embarcó en esta experiencia, y a pesar de que se queda con la ‘espinita’ de recorrer otros lugares como Argentina o Brasil, siente que está plenamente satisfecha y que es hora de volver a casa a ver qué le depara el futuro. «Vuelvo a Cancún y por ahora voy a empezar a dar talleres de escritura e inspirar a más personas a que viajen solas por primera vez a través de un curso o talleres», expresa la malagueña.
«Yo cuento mi historia como una historia de atrevimiento, he dejado un trabajo muy bueno por irme a viajar por el mundo. Nos atrevemos muy poco a hacer lo que de verdad queremos, porque se nos impone el no poder dejar un trabajo Y no desviarse del camino. No hay mejor escuela de la vida que viajar y conocer otros países que tengan patrones distintos a los que seguimos», afirma Benítez.
Con esta aventura con el broche final puesto, a Carmen solo le quedará decir ‘tupananchiskama’ a esta experiencia.