Hay atardeceres en Cádiz merecedores de la eternidad. Se derraman sobre el Atlántico y tiñen el horizonte de un color melocotón y fuego, mientras la brisa salina susurra calma y silencio. Y quizá por eso, para desafiar al calendario, ha nacido Calachica, un nuevo ‘beach club’ que promete un verano infinito con delicias de la despensa atlántica y tragos memorables. La noche de su inauguración, bien entrado septiembre, fue la prueba de que el verano es, ante todo, un estado de ánimo.
Un balcón que abraza el AtlánticoCalachica emerge en un lugar único: la Punta de San Felipe, dentro de la muralla del centro histórico. Concebido como un balcón atlántico, su arquitectura dialoga amablemente con el paisaje. Sus 5.000 metros cuadrados están protegidos por muros levantados en mortero gaditano tradicional, en el mismo tono blanquecino que la muralla vecina del siglo XVIII.
Maderas lavadas, textiles naturales y una piscina infinita con camas balinesas cuyo azul se funde con el del océano conforman un lujo pensado para todos, con acceso gratuito y solo una consumición mínima de 120 euros en las camas o el solárium. Porque, como explica Omar Osuna, uno de sus impulsores, «la idea es que Calachica sea un lugar abierto a todo el mundo».
El sabor del verano en cada platoEl corazón del proyecto, lo que lo convierte en un refugio atemporal, es su gastronomía. El concepto del ‘verano infinito’ se materializa en cada plato. Así, un bocado de su tartar de atún de almadraba en noviembre te transporta a una comida de julio sin reloj.
La propuesta culinaria es un homenaje a la despensa atlántica y al sabroso pescado azul. Sus joyas culinarias proponen un viaje perfecto por el sabor, la tradición y la innovación de este balcón al mar. El alma de Cádiz está en un bocado: el tomate rosa aliñado con vinagreta de aguacate, requesón de la sierra y rúcula; el trío de la almadraba (90 g de ‘sashimi’, 90 g de ‘tataki’ y 90 g de daditos de atún rojo aliñados); el chicharrón de ventresca de atún rojo con holandesa y migas de manteca ‘colorá’, o el arroz seco de parpatana de atún rojo con pimientos fritos y huevo.
La carta está firmada por Jesús Murillo, un chef que entiende que el buen producto apenas necesita ser tocado. Su cocina es limpia, estacional y centrada en el sabor. Pescados que saltan de la lonja al plato y arroces que saben a brisa y a hogar.
Un ritual en cada copaPara culminar la experiencia, la mixología, de la mano de Schweppes, es protagonista con cócteles de Borja Cortina que son pura alquimia líquida. Creaciones como el Paloma, con los colores del atardecer, convierten cada sorbo en el recuerdo imborrable de una tarde de playa.
Cultura y sonido frente al marMás allá de la piscina y la mesa, Calachica aspira a ser un motor cultural para la ciudad. Su auditorio, con la Bahía como telón de fondo, acoge conciertos de artistas como Carlos Jean, sesiones de flamenco, teatro y comedia. La cultura impregna el espacio, como demuestra la instalación artística comisariada por Casa Lamar, que recrea la puesta de sol gaditana a través de obras de artesanos locales.
Al final, el ‘verano infinito’ es más que un eslogan: es una experiencia vitalizante. Es la conversación que se anima, el almuerzo que muta en tardeo y la música que invita a descalzarse.
Cócteles de autor en Calachica con la Bahía de Cádiz de fondo. / AyC.
Más que un local de moda, Cádiz tiene un puerto seguro contra la nostalgia, un antídoto contra el síndrome posvacacional. Calachica garantiza que, mientras haya buena compañía y un rincón frente al mar, el verano puede durar lo que queramos, porque aquí el tiempo ha decidido tomarse unas vacaciones interminables.
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