La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y el canciller alemán Olaf Scholz, dieron este martes el ‘paletazo’ inaugural a la construcción de la fábrica de microchips del coloso Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, TSMC, considerado clave en la pugna por el dominio tecnológico frente a China. Quedará emplazada en la ciudad alemana de Dresde, en el este de Alemania, y será una especie de buque insignia del plan para el avance en Europa de un sector crucial.
«El mayor productor de microchips del mundo se viene a nuestro continente», proclamó von der Leyen, en su saludo de bienvenida a TSMC. El simbólico inicio de la construcción de la fábrica se produce un año después de que Taipei anunciara una inversión de 10.000 millones de euros en ese proyecto. La matriz taiwanesa tendrá una participación del 70%, mientras que el resto se repartirá entre las alemanas Bosch e Infineon, así como la neerlandesa NXP, las tres con filiales en Dresde.
La visita de Von der Leyen coincidió con el anuncio de la aprobación por parte de Bruselas de la ayuda pública de 5.000 millones de euros que aportará el gobierno alemán al proyecto, bautizado como European Semiconductor Manufacturing Company (ESMC).
Estrategia europeaLa fábrica en Dresde forma parte de la estrategia de la CE para activar el sector en Europa. Para von der Leyen, es un plan «revolucionario», cuya plasmación toma forma con esa fábrica. Está enmarcada en el plan de 110.000 millones de euros entre inversión pública y privada, anclado en la llamada «Ley de Chips“ aprobada hace dos años. Su propósito es aumentar la producción europea de semiconductores hasta el 20% de la capacidad mundial para 2030.
Participan en esta estrategia europea unas 70 empresas, repartidas por 19 países miembros, entre los que Alemania quiere actuar de columna vertebral. Su ministro de Economía y Protección del Clima, el verde Robert Habeck, destacó el «potencial innovador“ que supone la fábrica de Dresde, de la que a partir de 2029 deben salir medio millón de chips al año.
Ceremonia inaugural de la construcción de la nueva fábrica de microchips de la taiwanesa TSMC en Dresde / Liesa Johannssen / Bloomberg
Europa lucha por disponer de una producción autónoma de un sector clave para la producción de objetos de uso diario ya imprescindible, desde telefonía móvil a vehículos, la inteligencia artificial y el conjunto de la transición energética. Taiwán lidera el sector, pero los temores a una invasión por parte de China han disparado la carrera hacia esa autonomía europea. La tensión entre el gigante asiático y Taipei son una cuestión de primer orden en la geopolítica internacional. TSMC es la empresa puntera con la que Taiwán controla hasta ahora el sector.
De la geopolítica mundial a lo regionalMás allá de la importancia para Europa de la nueva planta, a escala alemana hay un gran interés incluso político en un proyecto que generará 2.000 empleos directos. La fuerte inversión pública y privada en la región hace que se hable de un «Silicon Saxony», en alusión a Sajonia. Se estima que, para 2030, el conjunto del sector puede emplear en ese ‘land’ a unas 100.000 personas.
Dresde es la capital de Sajonia, donde el primero de septiembre se celebran unas elecciones regionales que se prevén muy duras para la coalición de Scholz entre socialdemócratas, verdes y liberales. Los sondeos apuntan a que tanto en ese ‘land“ como en el de Turingia, también en el este alemán, se impondrá como primera fuerza la ultraderechista Alternativa para Alemania (CDU). A los tres partidos de la coalición de Scholz se les sitúa en la cuerda floja del 5%, mínimo para obtener escaños. La esperanza de rescate frente al auge ultra está, en lo que concierne a Sajonia, en la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido de Von der Leyen, al que algunos sondeos sitúan en igualdad de fuerzas con la AfD.
El primer ministro regional, Michael Kretschmer, representa en estos momentos la lucha desde la CDU por contener el empuje ultra. Su presencia en el «paletazo» inaugural, junto a su correligionaria Von der Leyen, el canciller socialdemócrata y, por parte empresarial, el jefe de TSMC, C.C. Wei, cobra así su propia lectura política, a escala alemana.