«Llega el momento de desprenderme de la norma», dice Ángeles Toledano. Esta cantaora nacida en 1995 en Villanueva de la Reina, un pueblo de Jaén muy próximo a Andújar (Jaen), ya casi en Sierra Morena, está estrenando su primer disco. Lo ha titulado Sangre sucia, un nombre con muchas intenciones: «quería normalizar lo sucio, lo que no es normativamente bello», explica en una conversación que tiene lugar en Madrid en la misma mañana que su LP ve la luz. Es un disco de flamenco, pero que ha trabajado «desde un lugar ajustado a la generación que pertenezco». Y sí, reivindica la impureza, pero también una forma propia de hacer las cosas, que pasa por mostrar diferentes maneras de ser mujer. «Quería abrir las puertas de mi universo, contar mi experiencia y las experiencias colectivas con mis amigas: el amor, el dolor, la rabia, la ternura…».
Y la sangre, esa que sale del cuerpo de las mujeres una vez cada 28 días. «He tenido más veces la regla que las que me he enamorado», explica. «Quería compartir un momento tan íntimo por el que pasamos tantas veces a lo largo de la vida, y todo lo que genera dentro de nosotras, es una experiencia muy fuerte».
Con ella (el romance La misma sangre del cuerpo), Ángeles Toledano cierra un disco con 10 temas que se encajan perfectamente en palos flamencos, en el que su cante no pierde un ápice de profundidad y que sacude al que escucha, que demuestra su amplio conocimiento y sus ganas de crear un discurso musical propio. Un discurso actual, que además de beber de la tradición (en las letras, muchas de ellas populares, y en las referencias), también tiene presente la contemporaneidad: «Alba Morena, Luli Bono, Carmen Lancho, María José Llergo, obviamente Rosalía, que es una referencia absoluta, Sara Torres…» enumera Toledano, para en seguida aclarar: «Yo me he tomado este disco como una pura inspiración colectiva y quiero poner eso en valor, estoy fuertemente inspirada por el momento que estamos viviendo, que me parece apasionante. También están mis amigas, que quería que estuvieran acompañándome y cantando».
En su afán renovador, Toledano ha querido renovar hasta los jaleos, un elemento fundamental en el flamenco, las expresiones que se oyen de fondo animando a los intérpretes y que crean sensación de fiesta. De los tradicionales «olé», «agua», «arsa», «¡vamos allá!» Toledano ha querido crear expresiones nuevas, espontáneas, de la calle. «He querido buscar un lenguaje para nosotras. Yo metí a mis amigas en el estudio y les dije: ‘ahora pensad que estamos de botellón y decid lo que os salga de las tripas».
Desde los diez años recorriendo peñasCuando era muy niña, Ángeles Toledano no conocía el flamenco. Escuchaba la misma música infantil que el resto. Lo hizo de casualidad rebuscando entre los discos de su abuelo. Le atrapó tanto que quiso aprender a cantarlo y ante la determinación de la niña, sus padres decidieron facilitárselo. «Llevo desde los diez años recorriendo peñas», admite. Su primer maestro, en la peña flamenca de su pueblo, fue David Pino. Pero en su afán de formarse, buscaba a los mejores: en Granada, en la Puebla de Cazalla de Sevilla, y donde hiciera falta. «Iba a Granada los lunes y a La Puebla los miércoles, en el coche, con mis padres», recuerda. Sin embargo, eso no le hizo tener una infancia diferente. «También iba al parque, tenía tiempo para todo», recuerda. «Quizás porque vivía en un pueblo pequeño y allí todo es más lento».
Cuando acabó el bachillerato se presentó a la selectividad y se matriculó en Derecho. Estudió dos cursos. «Me gustaba, pero me tiraba muchísimas horas estudiando y, después, un montón de horas estudiando cante», recuerda. Convencida de que lo suyo era la música, decidió presentarse a las pruebas para entrar en el conservatorio superior de música, y sorprendentemente, entró. «Yo no sabía leer partituras», recuerda. «Me costó la vida sacarlo, tuve que hacer muchas clases particulares, horas y horas estudiando para saber lo que es una cuarta disminuida, una tercera mayor o un intervalo… Me siento súperfeliz de haberlo hecho, porque es un lenguaje más con el que me puedo defender». Estudió guitarra clásica, que ahora utiliza «para acompañarme en casa».
En seguida dio el salto de las peñas a los teatros en proyectos de otros artistas, junto al guitarrista Paco Peña, el cantaor Arcángel, Remedios Amaya o el bailaor Eduardo Guerrero. También participó en el proyecto Ángeles, Víctor, Gloria y Javier, junto a los músicos Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly), Gloria Maurel y Javier Martín (The Low Flying Panick Attack), nacido como espectáculo escénico -una interpretación musical del Poema del cante jondo de Federico García Lorca- y después plasmada en el disco Tengo tres estrellas y veinte cruces.
Ya desde niña tuvo ofertas para grabar, pero ella quiso esperar. «Me lo han ofrecido muchas veces, pero siempre dije que no. Yo quería contar algo, construir un disco con experiencias propias. No me valen las cosas banales», afirma.
Disco evocador y cinematográficoLo que no gustaba a aquella pequeña Ángeles que comenzaba su camino en las peñas es que sus amigas no fueran a verla cuando cantaba. «No entendían nada de lo que yo cantaba y esta fue una de las razones para querer cambiar las letras», dice. «Yo entonces no me daba cuenta, porque estaba más concentrada en colocar bien la nota bien que en otra cosa. En el flamenco, la norma es primero, y después, lo demás».
Esto ha sido un eje importante en su disco: no renuncia al acervo poético tradicional del flamenco, pero en Sangre sucia hay muchas letras propias, además de algunos versos de poetas como Federico García Lorca o Rafael Alberti -y Sara Torres, que le acompaña en La palabra en la boca-. «Ha habido un cuidado especial en esto, porque las letras de flamenco tienen que sintetizar una novela en cuatro versos», explica. «Además, quería que reflejasen el lenguaje de la calle, que es el mío, que se entienda lo que quiero decir».
Pero ese cuidado que dice haber puesto en las letras se extiende a todo el disco. «Tiene un recorrido, he querido generar un ambiente cinematográfico», explica. Para lograr ese tono ha estado acompañada por Benito Bernal, guitarrista flamenco con el que lleva trabajando mucho tiempo. «No he conseguido todavía conversar musicalmente con nadie como los dos conversamos», dice. Su guitarra no es la única que suena en Sangre sucia: en las bulerías Nada ha pasado, pero todo ha sucedido le acompaña también el guitarrista de moda, Yerai Cortés. La producción (además de interpretar teclados, sintetizadores y guitarras en algunos de los cortes) es de Javier -Harto- Rodríguez, que ganó un Grammy Latino como Mejor Ingeniería de Grabación por su trabajo en El madrileño, de C.Tangana. Los mellis de Huelva, Dani Bonilla, Paco Vega, Manu Masaedo y Juan Verdín completan la nómina de músicos. Muchos hombres, ¿no? «Sí, sí, es verdad, pero luego las partes corales, las partes en que más voces damos, por así decirlo, tenían que ser de mujeres. Yo quería que hubiera jaleos femeninos».
Cantar sentadaSus ansias de renovación en las letras, en los ropajes sonoros y en la estética, sin embargo, no pasan en el elemento central de la puesta en escena. Hay algo en lo que Ángeles Toledano no quiere ser tan moderna. «Reivindico cantar sentada en una silla de enea», afirma tajante. «Es verdad que te hace cantar de otra manera, pero cantar sentada me permite no tener que justificarme, no tener que ponerme a bailar. La performance que yo quiero ofrecer al público es una conversación, yo les canto tranquilamente sin que nada me distraiga», afirma.
La renovación, en directo, vendrá por otros caminos, porque insiste en que hay muchas cosas que se pueden cambiar estéticamente. Podrá verse en las primeras presentaciones que tiene previstas para su Sangre sucia: a finales de noviembre, en el festival de música independiente Alhambra Monkey Week, en Sevilla. Después, 16 y 17 de enero, en el Inverfest de Madrid. «Estaremos en el circuito flamenco, pero también en festivales», concluye con una sonrisa.