«En democracia, las decisiones a veces son difíciles. Lo tienen más fácil las dictaduras, actúan sin miramientos ni reflexión», sentenció el opositor y periodista ruso Vladímir Kara-Murzá, al día siguiente de aterrizar en Bonn entre el grupo de diez presos liberados en el intercambio entre Rusia y Estados Unidos. «Alemania, y su canciller (Olaf Scholz), estaban ante el dilema de liberar a un condenado por asesinato y salvar 16 vidas. Estamos aquí porque hizo lo correcto», añadió, en medio de la polémica desatada por la entrega a Moscú del agente ruso Vadim Krasikov, condenado a cadena perpetua por el asesinato en Berlín de un opositor georgiano-checheno.
«Nosotros somos la demostración real que Rusia no es un bloque enemigo de leales al Kremlin», añadió Kara-Murzá, superviviente de dos envenenamientos, quien cumplía una condena a 25 años de prisión en Rusia por alta traición. Compareció ante los medios con otros dos disidentes, Iliá Yashin y Andréi Pivorarov, integrantes como él del grupo de presos llegados a Alemania. En el mismo aparato viajaba Oleg Orlov, vicepresidente de la organización Memorial, ganadora del Nobel de la Paz en 2022, así como los cinco alemanes asimismo incluidos en la operación pactada entre Estados Unidos y Rusia, con intervención de Alemania y Turquía.
La llegada del grupo a Alemania -diez personas, del total de 16 occidentales liberados- estuvo rodeada de una discreción que contrastaba con el despliegue de emociones, abrazos u honores brindados a los suyos, respectivamente, por el presidente ruso, Vladímir Putin, como por el estadounidense, Joe Biden, así como la vicepresidenta y aspirante a sucederle, Kamala Harris.
El canciller Scholz había interrumpido sus vacaciones para recibirles al aeropuerto de Bonn/Colonia. Se difundieron imágenes del aterrizaje, pero no de sus ocupantes. La conferencia de prensa de Kara-Murzá y sus compañeros era el primer contacto con los medios de estos tres críticos a Putin, que además de agradecer la gestión de Scholz, recordaron la situación de los «miles de presos políticos» que siguen «en Gulags rusos», en palabras Pivorarov. «Quisiera volver de inmediato a Rusia, hay otros amenazados que deberían estar aquí. Pero mi responsabilidad es luchar por ellos, por una amnistía», afirmó, al borde de las lágrimas Yashin.
El dilema del canciller Scholz había comparecido ya la noche del jueves dos veces, antes y después del aterrizaje. En ambas ocasiones recalcó lo «difícil» que había sido la decisión de entregar a Krasikov, conocido como «el asesino del Tiergarten». El sicario ruso cumplía cadena perpetua en Alemania por haber matado a plena luz del día y en el corazón de la capital alemana a un opositor georgiano-checheno. El caso, ocurrido en 2019, sacudió a la opinión pública alemana y dio un zarpazo a las relaciones entre Berlín y Moscú.
La entrega de un condenado por asesinato, al que Putin ha reconocido ahora que actuó como agente suyo, no tiene precedentes. Se precisaría o bien de un indulto, a cargo del presidente Frank-Walter Steinmeier, o garantías de que cumplirá la pena en el país al que se le entrega, recordó la experta en Justicia de la televisión pública ZDF, Sarah Tacke. Lo primero era impensable para un condenado por asesinato en territorio alemán. Lo segundo no ocurrirá, puesto que para Putin es un patriota.
Pieza clave para PutinLa entrega de Krasikov era irrenunciable para Putin. Su nombre se barajó ya cuando se tanteó un intercambio de presos que incluyera al líder opositor Alekséi Navalni, hasta que apareció muerto en la colonia penitenciaria del Ártico, el pasado febrero. En medios alemanes se advierte de que esa entrega puede «alentar» detenciones arbitrarias en Rusia y con finalidades políticas. Pero también se reconoce que sin el sicario, no habría habido un intercambio calificado de histórico por todas las partes.
El precio puede ser alto para Scholz. El canciller lo ha justificado en razones humanitarias y en la solidaridad debida hacia Estados Unidos. Biden ha expresado su agradecimiento a Berlín, mientras que en Alemania hay consenso entre los aliados de su gobierno -socialdemócratas, verdes y liberales- en que de esa decisión «difícil» dependía salvar vidas en peligro. Junto a los occidentales liberados está el alemán Rico Krieger, sobre el que pesó una condena a muerte en Minsk.
Scholz se aseguró el consenso de su coalición y la intervención de su ministro de Justicia, el liberal Marco Buschmann. También planteó la cuestión a la oposición conservadora, primera fuerza en intención de voto. La operación fue planeada durante meses. Pero, según ‘Bild’, nadie informó de ella a los familiares de la víctima de Krasikov, Zelimjan Jangoshvili.
La debida separación de poderesMás allá de lo que se asegure desde ese sensacionalista diario, en lo que hay coincidencia entre los medios de referencia del país es que la entrega se ha hecho en contra del parecer de la Fiscalía General. Desde el gobierno de Scholz, y concretamente desde el ministerio de Justicia, se ha forzado a la fiscalía a articular los mecanismos precisos para la entrega del condenado. Es decir, se ha ejercido una presión política sobre el poder judicial. Se ha optado por la «creatividad» en la búsqueda de una solución, en palabras de la experta televisiva Take, a la espera de que se precise hasta qué punto se forzó el precepto de la separación de poderes.