Con el pacto entre PSC y ERC a punto de ver la luz, los populares mantienen la calma y prefieren no pronunciarse en público, aunque desde dentro, apuntan voces, la entente se da por hecha. En el partido dudan en el mismo punto en que lo hace el resto de formaciones: ¿Aprobarán las bases republicanas el preacuerdo? Digan lo que digan en la consulta, cualquier cosa puede pasar, señalan fuentes del PP: «Estamos preparados para todo».
La premisa dentro del partido es esperar a que la situación se vaya diluyendo mientras ellos aguantan en una oposición que ahora misma lideran cómodamente. La aritmética no arroja dudas: el único candidato con posibilidades reales de ser investido president es Salvador Illa, con los votos de ERC y los Comuns, por mucho que el líder de Junts, Carles Puigdemont, siga alimentando que puede lograrlo. Para hacerlo necesita la abstención del PSC, una maniobra que los de Illa ya han negado por activa y por pasiva.
El escenario en Catalunya no es el mismo que el de después de las elecciones del 12 de mayo. Tampoco lo es el discurso del PP. Si en campaña y tras los comicios el relato predominante desde los conservadores era que Illa acabaría cediendo ante Puigdemont porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, necesitaba los votos de Junts para mantenerse en la Moncloa, este argumento se fue deshinchando con el tiempo y empezó a ponerse sobre la mesa -por lo menos en público- que PSC priorizaba la alianza de izquierdas.
El chantaje de JuntsLa aprobación final de la ley de amnistía dio alas a que los posconvergentes pudieran romper su dependencia con el PSOE en el Congreso, pero la decisión del Supremo de no aplicar la medida a Puigdemont volvió a enredar la situación. Si Junts amenazaba en mayo con romper la gobernabilidad en España si el PSC no facilitaba la investidura de Puigdemont, el pasado jueves los de Puigdemont cambiaron su relato y aseguraron que solo si Catalunya tiene «la llave de la caja», en referencia al financiamiento propio, darán apoyo a los presupuestos del Estado. El discurso sigue siendo combatiente con el PSOE, pero se ha pacificado. Así lo entienden miembros del PP.
Esta última -la financiación singular catalana- es una de las exigencias que los republicanos piden al PSC para dar por buena su presidencia. Junts trata ahora de tomar la iniciativa para no quedar desdibujado en una semana marcada por los avances en los acuerdos entre ERC y PSOE. Fuentes del partido popular cuentan que la visita de Sánchez a Barcelona para reunirse con el president en funciones, Pere Aragonés, acabó de sentar el argumento dentro de la formación de que el acuerdo entre los partidos estaba hecho. No será fácil, remarcan los populares más escépticos con el pacto. Pero todo es posible, reiteran.
La visita de Sánchez a BarcelonaDesde Génova siguen muy de cerca los pasos de Junts. Que el martes en el Congreso tumbaran la senda de estabilidad por «la baja ejecución presupuestaria» en Catalunya, retrasando así el camino hacia las cuentas del Estado, no fue un acto que pasaran por alto. Su lectura es que Junts quiso reaccionar al protagonismo que el presidente le dio a Aragonés, pero los siete votos de los posconvergentes en Madrid pueden hacer tambalear la presidencia de Sánchez, más aún si Junts queda fuera del Govern en Catalunya.
Alberto Núñez Feijóo pide, independientemente de lo que ocurra con la futura Generalitat, que se convoquen elecciones. Está por ver si primero serán los catalanes los que vuelvan a ir a las urnas. Nadie en el PP esconde que este podría ser un buen escenario para ellos: crecer un poco más y desgastar a sus rivales con el argumento de que no pueden ponerse acuerdo para hacer «política real» para los catalanes. «No pensamos ahora en eso, pero todo es imprevisible», remachan voces autorizadas del PP.