Asumir que te haces mayor no es sencillo. Requiere de un proceso que cada uno lleva a su manera, con más o menos soltura. Es lo que vivieron los personajes de Antonio Resines y Miguel Rellán en la primera temporada de ‘Sentimos las molestias’, la serie de Movistar Plus+ en la que se enfrentaban a los achaques de la edad y a los temores sobre qué les podía deparar el futuro pasados los 70. Sus creadores, Juan Cavestany y Álvaro Fernández-Armero (‘Vergüenza’), supieron imprimirle un tono de comedia a una realidad que tendremos que afrontar todos, y que en principio podría parecer que tiene poca gracia. La plataforma estrena este jueves 30 de marzo la segunda tanda de capítulos manteniendo el espíritu positivo y proponiendo hasta un viaje a Torremolinos casi como el Imserso, pero sin esquivar temas espinosos como la enfermedad, el miedo a la muerte, los problemas de impotencia y hasta la idea del suicidio.
«En la primera temporada el dilema de estos dos amigos era que sentían que estaban cumpliendo más años de los que les gustaría y se negaban a aceptar la evidencia. Ahora hacen como especie de pacto personal y dicen: si aceptamos que ya tenemos más de 70, abracemos al enemigo y veamos lo bueno que hay en esto», resume Cavestany, que confiesa que lo primero que tuvieron claro antes de darle forma a la serie era que iba a estar encabezada por Resines y Rellán. Aunque en un primer momento sus papeles estaban intercambiados.
Papeles intercambiados «Al principio pensamos que Rellán sería un buen Müller, gran aficionado a la música clásica, porque Miguel también lo es. Y Resines sería el amigo canalla y ‘peterpanesco’. Pero pronto nos dimos cuenta de que Antonio nos pegaba más con el director de orquesta ególatra y enfadado con el mundo y Rellán nos iba fenomenal como el rockero que se niega a asumir su edad», explica. «La prueba definitiva fue que no nos imaginábamos a Resines con una chaqueta de cuero desgastada. Hicimos bien en cambiarlos, ya que luego rodando nos dimos cuenta de que nunca hubiera llevado ese ‘look’ porque le aterra sentirse disfrazado y un personaje así inevitablemente hay que disfrazarlo», añade Fernández-Armero.
La serie echa mano así de una fórmula que ha dado mucho juego en las comedias: la ‘extraña pareja’ de amigos con caracteres opuestos que tienen que aprender a convivir. Porque, como el año pasado, el tema del parasitismo sigue funcionando y va a generar todavía más conflictos entre los protagonistas en los seis nuevos episodios de alrededor de media hora cada uno.
Conflictos que dan pie a situaciones que te provocan una sonrisa, más que una carcajada, porque tienen siempre un trasfondo dramático. «Desde la irrupción de las plataformas, por suerte, la comedia es cada vez más elástica. Antes en una televisión generalista era imposible salirte del tiesto de lo que tiene que hacer reír, y ahora lo raro es encontrarte con comedias puras en las que no se coquetee con el género dramático», analiza Fernández-Armero, para quien lo más complicado de la serie ha sido bascular en medio de una contradicción.
‘El método Kominsky’ español «Por un lado nos interesaba mucho contar lo que significa hacerse mayor, ese humor de sentir que el cuerpo te falla. Pero por otro lado estamos retratando a unos personajes que hacen cosas como todo el mundo, que con 70 años es como si hace unas décadas tuvieran 50. Hemos tenido que hilar muy fino para contar las dos cosas», señala. «Si nos hubiéramos metido realmente a hablar de la vejez, igual nos tendríamos que haber ido a una residencia, con personajes de 90 años, porque cada vez parece que la juventud se larga más», comenta Cavestany.
Ambos son conscientes de que las comparaciones con ‘El método Kominsky’, la serie de Netflix sobre dos amigos antagónicos y también con sus achaques de la edad, eran inevitables. «Fue una coincidencia temporal. Nos encantó la serie pero, aunque parten de una premisa similar, los enfoques son distintos. En cuanto abres un poco la mirada y ves lo que se ha hecho en televisión y cine, te das cuenta de que hay muchos más ejemplos de personajes de esa edad», concluye Cavestany.