Bernabé López (Granada, 1947) ha dedicado toda una vida a estudiar las relaciones entre España y Marruecos, su historia y los flujos migratorios derivados de un pasado compartido, así como el conflicto del Sáhara Occidental, que suma ya casi cinco décadas. Catedrático honorario de Estudios Árabes de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro fundador del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM), López ha recalado esta semana en Barcelona para presentar su último libro ‘Sáhara, democracia y Marruecos. ¿Es posible un reconciliación?’ en el Institut Europeu de la Mediterrànea (IEMed), tras lo cual atiende a El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica.
El pasado mes de marzo, el presidente Pedro Sánchez mandó una carta al Gobierno marroquí en la que consideraba el plan autonomista de Rabat para el Sáhara Occidental como «la base más seria, realista y creíble para resolver las diferencias». ¿A qué cree usted que se debe este cambio de posición?
Desde luego, a intentar arreglar la tensión tan fuerte que existía, a intentar arreglar el desencuentro.
¿Y cree que fue una decisión acertada?
Es que en realidad no hubo, como se ha querido reconocer, ese cambio de 180 grados. Se añadió un adverbio, ‘más’, que sonó muy mal en la opinión pública española. El presidente Sánchez adoptó esa decisión para intentar arreglar un poco la situación. El problema es que no lo hizo informando previamente a la opinión pública, no se hizo consensuadamente con la oposición. Pero tampoco había que pedirle opinión a la oposición, sobre todo cuando no se dio un giro de 180 grados. Lo que Sánchez hizo fue seguir en la senda marcada por (José Luis Rodríguez) Zapatero desde 2004, que a su vez (Mariano) Rajoy había seguido.
«Con el Sáhara Occidental, Sánchez ha seguido la senda marcada por Zapatero y seguida por Rajoy» ¿Tiene alguna posibilidad de prosperar este plan, teniendo en cuenta el rechazo frontal del Frente Polisario?
Es imposible. Estamos donde estábamos porque ni hay ni ha habido nunca una negociación conjunta como han querido los diferentes enviados especiales de Naciones Unidas. El Polisario podría haberse sentado a negociar para exigir, por ejemplo, la liberación de los presos saharauis y crear un clima que aliviara la asfixia sobre la población saharaui en el territorio. En definitiva, poner sus condiciones y plantearlas al enviado especial, pedir un gesto a Marruecos. No se lo pide por miedo a que se interprete como que eso es sentarse con el opresor. Y así estamos tras 47 años…
Ante este panorama, ¿hay realmente posibilidades de otear una solución en el horizonte?
Pues en el contexto de la guerra de Ucrania, donde están cambiando no pocas cosas en la escena internacional, no podemos negar que pueda haber coincidencia. Ni Argelia ni Marruecos quieren enemistarse con Rusia. Por otra parte, el patrón americano y OTAN pesa mucho en el mundo de hoy. Y Argelia no quiere indisponerse tampoco con el patrón, que es el patrón de su enemigo. Con lo cual hay una coyuntura nueva que el nuevo enviado especial, Staffan de Mistura, debería intentar aprovechar para un acercamiento entre las partes. También sabemos que cuando Estados Unidos manda un mensaje, Marruecos hace caso. Así que o el señor (Antony) Blinken (secretario de Estado de EEUU) se implica en pasar los mensajes y doblegar a Argelia por una parte y a Marruecos por otra, y el Polisario entraría directamente a lo que haga falta, o no hay arreglo.
Usted hace referencia en el título de su libro a que sin democracia es prácticamente inviable una salida.
Claro. Por parte de Marruecos, para que tenga sentido una autonomía en el Sáhara Occidental, es imprescindible un marco democrático que tiene que definir para ir hacia la consolidación de un Estado de Derecho. Y el Frente Polisario ha hecho (en su último congreso) una apuesta por la guerra que en el fondo no es más que una fuga hacia adelante para dorar la píldora de una juventud que no ve otra salida que o la guerra o la emigración, porque seguir viviendo en los campamentos es una condena.
El profesor Bernabé López.
¿Pero hay opciones a corto plazo de que Marruecos vaya hacia una democracia?
A corto plazo, desde luego que no. Tiene unos políticos de muy poca talla. Se ha ido domesticando la fuerza de los partidos a base de la cooptación de sus líderes, a base de componendas. Esto hace que la sociedad civil no sea fuerte y libre. Hubo una oportunidad fantástica en el año 2011, con la Primavera Árabe. Las manifestaciones preocuparon al poder y el propio rey prometió un debate constitucional. Pero en ese debate ni un solo partido reclamó la parlamentarización del Gobierno, porque sabían que eso no gustaba al monarca, y terminaron por recortar muy poquito los poderes del rey. Tampoco se habló del Sáhara en ningún debate. El resultado fue que la Constitución no reflejó los cambios que hubieran permitido acercar la credibilidad a un posible Estado de derecho en Marruecos.
«Marruecos y España abordaron en su reunión temas que siempre han sido tabús en las relaciones» Al margen de la ausencia del monarca, ¿cómo considera que fue el encuentro?
Pues no soy tan pesimista como la opinión que parece haberse generalizado. Se ha dicho que España no ha traído nada, que el adverbio ‘más’ que Sánchez regaló a los marroquíes no ha tenido una contrapartida manifiesta. Pero si se leen con lupa los 70 puntos del comunicado final se ve que recoge temas que han sido siempre tabú en las relaciones. En el punto 42, se lee claramente que hay un intento de normalización de Ceuta y Melilla, que no supondría que Marruecos reconozca su españolidad, porque probablemente no lo hará nunca, como España no lo va a hacer con Gibraltar. Pero se observa una normalización de que eso está ahí y no es un obstáculo para las relaciones y, sobre todo, puede ser un acicate para encontrar un punto de entendimiento entre las poblaciones limítrofes, para convertirlas en un polo de desarrollo y de inversión en lugar de en un polo de tensión. Sobre el Sáhara no se ha ido más lejos de lo que reclaman las Naciones Unidas para no molestar ni a unos ni a otros. Pero creo que hay entendimiento en muchos aspectos, que hay futuro, aunque las relaciones son frágiles y lo pueden seguir siendo.
¿Es acertado el papel de gendarme que la Unión Europea le ha dado a Marruecos para controlar la inmigración?
Acertaron o no acertar no creo que sea la palabra, puesto que si la UE quiere seguir con la política de contención migratoria no tiene otra solución que encontrar en Turquía y en Marruecos un gendarme. La palabra gendarme molesta mucho en Marruecos, pero es el papel que de una u otra manera acepta y juega con ello. Juega con los servicios que presta en temas de seguridad y con la inmigración. Y en aras de conseguir lo que es su causa sagrada, que se reconozca a la marroquinidad del Sáhara abiertamente, ejerce todo tipo de presiones y chantaje. A veces se pasa en el celo y se producen horrores, como la tragedia de Melilla del año pasado. Y claro, es muy fácil rasgarse las vestiduras y echar toda la culpa a Marruecos. Pero la gran responsabilidad es que ignoramos a África y que nos importa un rábano lo que ahí ocurra.
Cada vez más voces avisan del polvorín yihadista del Sahel, en especial después de la retirada de Francia y sus aliados de Mali.
También preocupa la presencia rusa a través de sus mercenarios… La zona se está convirtiendo en un escenario polvorinesco, pero no sé si ese yihadismo tendría la virulencia del que se provocó en Oriente Medio en otra coyuntura. En medio de todo eso, Israel está en las puertas, metido en Marruecos, y para Argelia eso es la clave de todo. O la gran excusa. Para los yihadistas, este es un elemento provocador. Y el problema es que vamos hacia un mundo cada vez más feo.