‘Deadbeat’Tame Impala
Sony Music
Pop-electrónica
★★★★
Parece que vivimos un tiempo en el que una figura a la cual, objetivamente, se puede considerar una triunfadora no se permite aparecer en público como tal, sino mostrando sus heridas, imperfecciones e inseguridades. Ahí tenemos a Kevin Parker, que casi seis años después del último álbum de Tame Impala (‘The slow rush’, febrero de 2020), habiendo sido, en el camino, padre por duplicado, y tras subirse al carro del éxito con figuras como Dua Lipa (es coautor y coproductor del ‘hit’ ‘Houdini’), se ofrece ahora casi como un despojo humano en ‘Deadbeat’, donde practica equilibrios entre el abatimiento y la euforia escapista.
Ese título en inglés presenta acepciones como ‘colgado’, ‘vago’ o ‘parásito social’, elección extraña cuando en la portada del disco plantificas una foto con tu hijita risueña. Pero, en fin, este es el imaginario anímico a partir del cual Parker ha confeccionado una obra notable en la que, en el plano musical, toma distancia de la arquitectura algodonosa, con derivas de prog-rock cósmico, y se debate entre el objeto pop manejable y, en el otro extremo, la evasión techno de largo minutaje. ‘Deadbeat’ está influido, ha declarado él, en los ‘bush doof’, fiestas electrónicas en los bosques australianos.
Piano y texturas ‘lo-fi’Parker confiesa sentirse «decaído» en la canción de arranque, ‘My old ways’, bonita, melancólica y con estribillo en falsete, que empieza cantando sobre unos motivos de piano y que va incorporando aparato electrónico. Se advierte cierto aire de producción ‘lo-fi’, con costuras y roces orgánicos a la vista, lo cual resulta refrescante, bombardeados como estamos por superproducciones llenas de capas.
‘Loser’ se asienta en un ‘riff’ escarpado y un poco siniestro, que da cobertura a la autoflagelación («soy una tragedia»). En ‘Obsolete’, asoma un bucle melódico narcotizante mientras Parker se pregunta si su capacidad para el amor ha caducado. El refugio a tanta desolación llega en la acogedora ‘Piece of heaven’, celebración de alcoba con estrofas que no pasarían el primer corte del Festival Barcelona Poesía: «Siento que la forma en que follas es como confeti o algo asi».
La invitación a la danza es eficaz en ‘Dracula’, tema que podría haber hecho suyo, precisamente, Dua Lipa, pero es más adelante cuando se desata, en entregas estratégicamente colocadas. ‘Not my world’ conjura la sensación de desubicación existencial con un techno-trance seco y de graves opacos; ‘Ethereal connection’ redobla la apuesta con vistas a la ‘rave’ y, cerrando, y superando también los siete minutos, ‘End of summer’ estira la sesión acogiéndose a la metáfora del cierre de la temporada estival. Los ‘bpm’, como pasarela para la catarsis, de la que Kevin Parker saca partido luciendo su arma secreta, su voz, que en ningún otro álbum anterior había sonado tan desvalida. Jordi Bianciotto
‘Roulette’En el sexto disco del pianista y productor británico Alfa Mist hay una trama, una historia sobre reencarnaciones en un mundo distópico que aparece muy de vez en cuando en rimas y letras más o menos sugerentes. Pero eso es lo de menos. Lo de más son los ambientes brumosos y de ritmos arrastrados que Alfa Mist y su banda pintan con muy buena mano. Cadencias hip hop, paisajes espesos que a veces se vuelven luminosos; música para cabecear. En eso, en el Reino Unido siguen siendo los mejores. Roger Roca
‘Paris amour’Keren Ann
Bring Back Music
Pop-canción
★★★
La cantautora franco-holandesa-israelí acude al eco de la melancolía que envolvió sus primeros discos (y aquel ‘Jardin d’hiver’ que compuso con Benjamin Biolay para Henri Salvador) en piezas provistas de refinados caudales melódicos, a su estilo, en una deliciosa obra de tonos otoñales. ‘Chanson’ majestuosa abierta a la textura de signo pop, con pianos y cuerdas exuberantes, y un punto de fuga final con electrónica, jazz y deriva cósmica en ‘L’écho des tirs’. J. B.
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