La próxima semana Málaga atraerá las miradas de ese difuso mundo que se ha denominado cultura popular, una tierra de nadie y de todos en que dialogan cosplay, los cómics de superhéroes, el manga, los videojuegos, los libros de terror y sus adaptaciones televisivas y cinematográficas. Del jueves al domingo, se celebrará en el Palacio de Ferias y Congresos la primera edición de la San Diego Comic-Con Málaga, la pionera expansión internacional de la seminal cita comiquera, que traerá entre nosotros a mitos del cine de acción como Arnold Schwarzenegger, ídolos actuales de la televisión como Norman Reedus y todo tipo de actividades para saciar a gamers, lectores y espectadores. Curiosamente, este año se celebra el 40 aniversario de un mucho más modesto procedente de la convención que tuvo lugar entre nosotros, en el antiguo Colegio San Agustín: la Semana de la Historieta, que, gracias a la Diputación de Málaga y su técnico de Cultura Juan Maldonado, trajo a la ciudad a legendarios dibujantes del momento y trató de divulgar las bondades del arte secuencial entre los malagueños.
Hace 40 años, ni Málaga ni el mundo de los cómics eran lo que son hoy. Ni la ciudad pujaba por ser capital de la cultura con un parque de museos, festivales de cine e iniciativas ambiciosas, ni el arte secuencial había trascendido su amplio, sí, pero concreto, muy determinado nicho de mercado para guiar el entertainment mundial. Pero había cómics y lectores boquerones, bastantes, los suficientes y lo suficientemente apasionados como para montar unas jornadas como aquellas. Uno de ellos era Maldonado, aficionado de los tebeos clásicos y muy interesado en la potente ola del cómic español de los ochenta, con revistas punteras como Cairo o El Víbora, «una industria, la española del cómic, que ya ha desaparecido», asegura.
El técnico convenció a los responsables del ente supramunicipal de la época (Pilar Oriente lideraba el rumbo cultural de la institución) y echó mano de sus contactos para traer a, atención, autores como Escobar (Carpanta, Zipi y Zape), Vázquez (Anacleto, agente secreto, la familia Cebolleta, las hermanas Gilda), Miguel Ángel Gallardo y Juanito Mediavilla (Makoki), Víctor Mora (Capitán Trueno) y Annie Goetzinger (Félina), Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet (Torpedo 1936), pero también a teóricos imprescindibles en la educación de los aficionados a las historietas como Javier Coma. Anunció la primera convocatoria de la Semana de la Historieta con un cartel de Oyarzábal que mostraba al Capitán Trueno pegándole un puñetazo a un malandrín en la Catedral de Málaga (la línea continuó en la siguiente edición, con Torpedo diciendo «¿Eh?» delante de La Equitativa).
Cartel de la segunda edición de la Semana de la Historieta, celebrada en 1986 / L.O.
Era una Comic-Con sin merchandising, ni grandes actores internacionales, sin concursos de disfraces ni videojuegos; los factores cuya conjunción, quizás, han hecho de citas como éstas acontecimientos masivos, además de un notable cambio cultural, claro: «Antes si te gustaba una cosa en la que salían enanos y hechiceros eras el raro, el friki; ahora parece que todo el mundo tiene la obligación de que te gusten porque si no eres el raro, te conviertes en el friki del no frikismo», reflexiona Juan Maldonado.
Lo de hace 40 años en Málaga era café para muy cafeteros, pero el aroma aún sigue presente. «Aquella experiencia era mística», recuerda Pepe Parejo, comiquero de pro que llegó a dirigir la edición española de la revista Fangoria. En aquellos años era un chaval ya «voraz consumidor de tebeos y de todo lo que tuviera que ver con el mundo del cómic». En aquella Málaga, la de 1985, hubo, dice, «un primer intento de tienda de cómics, Lunáticos», antes de que, más adelante, abriera el templo de las viñetas en la ciudad, En Portada. Así que imagínense lo que supondría para un lector como Parejo algo como la Semana de la Historieta: «Se organizó una exposición sobre el cómic español que significó mucho para muchos de nosotros: fue la primera vez que veíamos originales. Pero es que además allí estaban los autores de Torpedo, ¡Vázquez! Imagínate: pasar de la nada a eso», comparte, echando mano de la memoria.
Otro de los entonces adolescentes con la boca abierta que pasaron por ahí era Pepo Pérez, dibujante de cómics (suyo es, por ejemplo, El Vecino), divulgador, profesor y vicerrector adjunto de Cultura de la UMA. «Me acuerdo de una expo muy chula de originales de Bernet y Abulí, ver dibujos de Torpedo y flipar con la calidad, ver cómo estaban entintados», recuerda. Y hubo mucho más: muestras sobre la edad de oro del cómic americano, de tebeos de la Guerra Civil, hasta sobre la arquitectura en la historieta, con fondos de la colección del propio Maldonado, o una charla del experto Juan Antonio Ramírez habló sobre el cómic femenino en la época de Franco.
El original de Escobar para Tecla Lumbreras / L.O.
Tecla Lumbreras, agitadora cultural imprescindible de la Málaga contemporánea, también colaboró en la organización de la Semana de la Historieta, desde el Colegio de Arquitectos. «Mi padre compraba todos los tebeos que salían cuando éramos pequeños: el Capitán Trueno, el Jabato, Pulgarcito… Se llevaba siempre un tebeo cuando iba a la cama para dormir la siesta; estábamos los nueve hermanos que éramos esperando que se quedara dormido para coger los tebeos, nos peleábamos por ver quien los cogía primero», recuerda. Por experiencias como ésa, pequeñas pero decisivas, transformadoras, se sumó a la aventura de Juan Maldonado, una de las iniciativas de un tiempo y un lugar que «pasaba del blanco y negro al color»: «Fue una explosión de creatividad inmensa la de aquella época… Recuerdo todo el patio de San Agustín lleno de puestecillos con tebeos, las charlas… Y mucho color, mucho, mucha gente joven». Hoy, cuarenta años después, guarda un dibujo de Carpanta y Zipi y Zape que le hizo Escóbar en un suspiro: «Es una maravilla, lo tengo aquí pegado en un cuaderno».
La Semana de la Historieta se celebró tres años consecutivos, hasta que un relevo en la dirección de la Diputación de Málaga zanjó su posibilidad de futuro. «Para los que fuimos allí aquello significó mucho; para Málaga no significó nada, porque apenas se ha hecho algo relacionado con los tebeos desde entonces. Pero todos los que nos gusta el mundo del tebeo estaremos siempre muy agradecidos por ver lo que vimos, por compartir lo que compartimos entonces», concluye Parejo. Algunos hasta encontraron ahí su carrera profesional: una joven malagueña, Sonia Tapia, asistió a la segunda convocatoria de la Semana de la Historieta, donde descubrió que la editorial Planeta andaba buscando traductores para su incipiente línea de tebeos. Años después se convertiría en una de las traductoras imprescindibles de Marvel en nuestro país, de las muchas personas que colaboraron, desde sus respectivas parcelas, para que el mundo del cómic se convirtiera en lo que es hoy, uno de los grandes faros del entretenimiento, capaz de convocar a multitudes en aconotecimientos como la San Diego Comic-Con Málaga.