El caso de Peter Sellers, uno de los actores cinematográficos de comedia –y de drama– más personales de la segunda mitad del siglo pasado, es bastante singular. Siendo un comediante 100% británico –nació el 8 de septiembre de 1925 en Southsea, suburbio de la localidad costera de Porsmouth–, tuvo uno de sus primeros papeles importantes en una obra maestra del humor negro ‘british’, ‘El quinteto de la muerte’ (1955), de Alexander Mackendrick –Sellers es el miembro ‘cockney’ de la banda de atracadores–, y triunfó después en Hollywood interpretando a un torpe inspector francés de la Sûreté, Jacques Clouseau, en ‘La pantera rosa’ (1963) y sus muchas secuelas, y a un extra indio que la lía en una fiesta cinematográfica en la portentosa ‘El guateque’ (1968).
La cuestión de las nacionalidades, disfraces, maquillajes y mascaradas fue tan importante en Sellers como lo había sido en el cine cómico mudo o lo sería para Jerry Lewis, más allá de que hoy sería cuestionada la decisión de que un actor anglosajón diera vida a un hindú apareciendo en pantalla con la tez aceitunada y el acento exagerado. Esto ocurría en ‘El guateque’ y el director del filme, Blake Edwards, ya pidió perdón por escoger a Mickey Rooney para encarnar al bufonesco vecino japonés de Audrey Hepburn en otra de sus películas, ‘Desayuno con diamantes’.
Peter Sellers en ‘El guateque’. / Bcn
‘El guateque’, con sus gags en progresión que se suceden en una gran mansión hollywoodiense (la pérdida de un zapato en un estanque interior, las apariciones del camarero cada vez más borracho, el pollo guisado que se engancha en la diadema de una invitada) o en pleno rodaje (los actos calamitosos del protagonista que boicotea, sin querer, la filmación de una cinta de aventuras coloniales), representa la quintaesencia del estilo tanto de Sellers como de Edwards. Se entendieron a la perfección y de su querencia por el humor gestual heredado tanto del ‘slapstick’ como de los ‘cartoons’ surgirían ‘El guateque’, ‘La pantera rosa’ y sus dos apreciables primeras continuaciones, ‘El nuevo caso del inspector Clouseau’ (1964) y ‘El regreso de la pantera rosa’ (1975). Explotarían demasiado el filón con otros títulos sobre Clouseau de comicidad facilona y, tras la muerte del actor en 1980, Edwards incluso utilizaría planos descartados de él en otros filmes para completar ‘Tras la pista de la pantera rosa’ (1982).
Clouseau y Hrundi V. Bakshi, el extra que no para de tocar la corneta en la escena inicial de ‘El guateque’, desoyendo las indicaciones del director de que se haga el muerto de una vez por todas, representan la parcela más popular de Sellers. Aquella época fue muy pop en su carrera, ya que también dio vida a uno de los varios James Bond que aparecían en la paródica ‘Casino Royale’ (1967) –inigualable escena de seducción con Ursula Andress al ritmo del ‘The look of love’ de Burt Bacharah– y protagonizó ‘¿Qué tal, Pussycat?’ (1965), comedia sobre la moda, la imagen y la promiscuidad en la que dio vida a un siquiatra adicto al sexo. El guion de este filme es de Woody Allen –Jimmy Bond en ‘Casino royale’–, la banda sonora también la firma Bacharah y en el reparto estelar estaban el propio Allen, Peter O’Toole, Romy Schneider, Capucine, Françoise Hardy y la misma Ursula Andress. Un tipo de comedia reconocible, incisiva y grotesca a partes iguales, que define uno de los mejores periodos de Sellers.
Peter Sellers interpretando al inspector Jacques Clouseau, personaje de ‘La pantera rosa’. / DESCONEGUT
Pero no es la única etapa brillante, y tampoco la comedia sería el género exclusivo en el que se desenvolvería el actor. Procedente de una familia dedicada al vodevil y de origen judío, como tantos otros comediantes y directores de comedia (los hermanos Marx, Ernst Lubitsch, Billy Wilder, Mel Brooks, Jerry Lewis, Woody Allen, Andy Kaufman, Adam Sandler, Ben Stiller, Larry David), Sellers descolló en el programa radiofónico ‘The Goon show’, una comedia vanguardista de la década de los 50 creada por Spike Milligan, en la que Sellers ya lució su capacidad para todo tipo de acentos.
Seguiría colaborando con Milligan, guionista de un corto humorístico filmado en la campiña, ‘The running jumping & standing still film’ (1960), que significó el debut como director de Sellers en colaboración con Richad Lester. Este sería el realizador de los filmes de The Beatles, grupo que reivindicó siempre ‘The Goon show’ como lo hicieron los Monty Python. Sellers volvería a probar la dirección, ahora en formato largo, con ‘Mr. Topaze’ (1961), adaptación de una obra de Marcel Pagnol en la que tuvo de coprotagonista a Herbert Lom, futuro comisario Dreyfus de la saga de Clouseau. Y en cuanto a los Beatles y los Monty Python, nada mejor que la delirante ‘The magic christian’ (1971), estrenada aquí como… ¡¡‘Si quieres ser millonario no malgastes el tiempo trabajando’!! El reparto reunió a Sellers, Milligan, Ringo Starr, John Cleese –con otro Python, Graham Chapman, colaborando en el guion–, Roman Polanski, Christopher Lee, Raquel Welch y Yul Brynner. La película no es nada del otro mundo, pero el rodaje daría para un buen ‘making of’.
Sellers descolló en la comedia, cierto, pero en el drama dejó al menos dos interpretaciones excelentes. Él fue el oscuro Quilty de ‘Lolita’ (1962), de Stanley Kubrick, y, sobre todo, el protagonista de ‘Bienvenido, Mr. Chance’ (1979), de Hal Ashby, un camaleónico jardinero, muy educado y analfabeto, que hará singular carrera política. Con Kubrick repetiría en ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (1964), y no en un solo papel, ya que en esta comedia negrísima sobre el peligro atómico interpretó a un militar pacifista, al presidente de los Estados Unidos y al científico nazi Doctor Strangelove. Estaba previsto que hiciera también de mayor King Kong, el piloto que cabalga el misil sobre Moscú en la escena final, pero, curiosamente en alguien tan experto en acentos, Sellers no acabó de reproducir bien la forma de hablar tejana. Una pequeña fractura en el tobillo lo apartó definitivamente de este cuarto personaje.
Su última interpretación fue en ‘El diabólico plan del Dr. Fu Manchú’ (1980), una parodia voluntariosa como lo había sido ‘El estrafalario prisionero de Zenda’ (1979) o ‘Un cadáver a los postres’ (1976), comedia policiaca inspirada en figuras clásicas del género: Sellers volvió a maquillarse y forzar el acento para interpretar a un trasunto del detective chino Charlie Chan. Le gustaba mucho la Alicia de Lewis Carroll, ya que incorporó a la Liebre de Marzo en la ‘Alicia en el país de las maravillas’ de 1972, y al Rey de Corazones en una versión televisiva de 1966.
Fue durante años el auténtico rey de la comedia. Su fama traspasó ámbitos y estilos: un grupo de pop español llamado The Refrescos cambiaron su nombre al de Los Petersellers en 1993 y practican el guateque-punk. Estuvo nominado dos veces al Oscar sin conseguirlo, por ‘¿Teléfono rojo?’ y ‘Bienvenido, Mr. Chance’; por esta última sí que logró el Globo de Oro. Ganó el premio al mejor actor en el festival de San Sebastián por la agridulce ‘El mayor mujeriego’ (1962). Más agría que dulce fue su vida privada. De carácter introvertido, su amigo Spike Milligan aseguraba que tuvo una relación demasiado enfermiza con su madre.
Mantuvo un sórdido vínculo con sus dos primeros hijos, convencido de que querían más a su madre –su primera esposa, Anne Hayes, de quien se separó en 1961– que a él. Hizo varios filmes con su segunda mujer, Britt Ekland, y en el rodaje de uno de ellos llegó a tirarle una silla a la cabeza. Se había convertido en un marido paranoico y celoso. Más bodas –hasta cuatro, además de una fugaz relación con Liza Minnelli– y una salud cada vez más precaria desde que en 1964 tuviera ocho ataques cardíacos en un solo día a causa de ingerir nitrito de amilo. Sellers falleció el 24 de julio de 1980 en un hospital londinense, víctima de un infarto agudo de miocardio. Tenía 54 años.
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