Camilo vuelve a España este verano con una gira que es, para él, mucho más que una serie de conciertos: es una forma de reconectar con sus raíces, con su Tribu y con esa esencia artística que nunca ha dejado de guiarlo. Los próximos 28 y 29 de agosto actuará en el Starlite Festival, una de las paradas más especiales de su tour. Hablamos con el artista colombiano sobre su forma de entender la música, la espiritualidad como impulso creativo y la misteriosa conexión que ha construido con su comunidad de seguidores.
¿Qué puede esperar el público de ambas noches en la Cantera de Nagüeles y qué le ilusiona de este encuentro con su tribu española?
Estoy muy emocionado. Esta gira, por supuesto, la hago con un norte artístico y con la bendición de poder ofrecer mi oficio musical, pero también la vivo con un disfrute profundo: el de pasar un verano en España. Me siento profundamente agradecido por la generosidad del público español con mis canciones y con mis conciertos. Poder hacer una gira de 16 ó 17 fechas es un privilegio. Tengo muchísimas ganas de encontrarme con La Tribu. Hemos preparado un show especialmente pensado para este tour de verano, cargado de sorpresas y detalles intencionales para cada encuentro.
Ha dicho alguna vez que «uno planta una canción y ella escribe su propia historia». ¿Qué impulsa realmente ese acto de plantar: el amor, una inquietud interna, una necesidad espiritual?
Creo que lo impulsa una necesidad inherente de expresar cosas que de otro modo sería imposible comunicar. A veces el lenguaje literal se queda corto para expresar los sentires humanos más profundos. Ahí es donde entra la música, la poesía, el arte: para darle nombre, figura, color a esas emociones que de otro modo se quedarían como espinas, esperando ser expresadas. Yo hago música por esa necesidad de mostrar cómo estoy viendo el universo. Luego, lo que uno planta toma sentidos nuevos en quienes lo reciben: cada persona le da su propia interpretación, como ocurre con cualquier obra de arte. El impacto final es totalmente independiente de la intención inicial del artista.
Sus discos se sienten como viajes sonoros por toda América Latina. ¿Cómo elige los ritmos y estilos que incorpora? ¿Es una búsqueda consciente de representar sus raíces y la diversidad de su continente?
No lo hago con la intención de cargar una bandera o representar algo en concreto. Pero no puedo hablar de mí sin hablar de mis raíces. Vengo de Colombia, uno de los países más diversos y multicolores que existen, y esa es mi paleta de colores. Cuando necesito expresarme, recurro a esos lenguajes. En mi último álbum, por ejemplo, exploré ciertos sonidos por pura necesidad interior, no por querer representar algo desde un lugar intelectual. No me considero un maestro ni un referente que diga: «Vengo a enmarcar esto o lo otro». Lo hago porque lo siento y porque lo necesito.
Habla con frecuencia de la vulnerabilidad como motor creativo. ¿Qué papel juegan la fe, su familia y su espiritualidad a la hora de enfrentarse a una nueva canción o a un escenario?
Qué buena pregunta. Yo creo que todo es espiritual. No hay una línea clara entre lo espiritual y lo mundano: incluso lo más cotidiano está cargado de esa sustancia que conecta todo. La vulnerabilidad es una de esas puertas que te permiten entrar en los rincones más profundos de la experiencia humana. Como cuando tienes una amistad superficial y, al abrir la puerta de la vulnerabilidad, de repente esa relación se transforma en algo profundo. Lo mismo sucede con la creatividad. Cuando exploras tus esquinas más frágiles, tus costuras más rudimentarias, se abre un abanico de posibilidades creativas inmensas.
Creemos que lo que sentimos es único y cuando descubrimos que otras personas sienten lo mismo eso nos da tranquilidadLa Tribu se ha convertido en un fenómeno que va más allá de un club de fans. ¿Qué representa para usted esta comunidad y cómo cuida ese vínculo en tiempos tan fugaces como los de hoy?
Lo de La Tribu es un misterio para mí. Creo que hay una necesidad humana muy fuerte de pertenencia, de sentirse parte de algo. A veces creemos que lo que sentimos es único y cuando descubrimos que otras personas sienten lo mismo eso nos da tranquilidad. Lo negativo, lo positivo, todo se vuelve más manejable cuando se comparte. Mis canciones apuntan a una forma de ver y asimilar el universo y muchas personas se han dado cuenta de que no están solas en esa forma de sentir. Así, espontáneamente, nació La Tribu. Es difícil explicar cuál es el pegamento que la mantiene unida, pero creo que justamente el hecho de que haya nacido sin plan ni estrategia es lo que la hace tan viva, tan auténtica y por eso ha perdurado.
En medio de giras, premios y grandes recintos como el Hollywood Bowl o el WiZink Center, ¿cómo se mantiene Camilo conectado con aquel niño que escuchaba vinilos y cantaba boleros con su hermana en Montería?
Esa es una pregunta compleja. Lo que es verdaderamente cierto dentro de uno no necesita un esfuerzo consciente para mantenerse. Lo valioso te acompaña como una voz interna constante. No creo que sea cuestión de aferrarse para no cambiar. Al contrario, siento que cuanto más me permito transformarme, evolucionar y moverme, más me conecto con ese niño curioso que fui, que es la versión de mí que más me gusta. Cuando alguien dice «nunca cambies», creo que en realidad lo que desea es que esa esencia profunda, esa verdad interna, siga intacta más allá de los cambios externos. Y yo, cuanto más me muevo, más me acerco a esa verdad.
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