Venía de una noble estirpe familiar de músicos (su padre, Santiago, y el abuelo Patricio) que cultivaron el acordeón en la música mexicana norteña, pero Flaco Jiménez se propuso ir más allá y demostrar que su instrumento casaba con casi cualquier estilo. Lo logró al ser requerido por un amplio espectro de artistas, de Sabina a los Rolling Stones, y al verse reconocido por la industria más ‘mainstream’, que le concedió hasta seis premios Grammy, el último de ellos, en 2015, como reconocimiento al conjunto de su carrera.
Leonardo ‘Flaco’ Jiménez, tejano de San Antonio (11 de marzo de 1939) con raíces mexicanas, falleció este jueves a los 86 años, tras una larga enfermedad (sus últimas palabras fueron “ya estoy cansado”, en castellano, reveló Arturo, uno de sus ocho hijos), deja atrás un abrumador y laberíntico catálogo discográfico, con más un centenar de títulos: los suyos propios, los de sendos supergrupos de los que formó parte (Texas Tornados y Los Super Seven) y los de numerosos artistas que reclamaron sus servicios. Su acordeón labrado al ritmo de polkas, valses y rancheras, hizo buenas migas, ya en los años 60, con músicos de otras órbitas que buscaban oro en el mestizaje del country, el rock, el blues y la identidad tex-mex.
Música alegrePapel crucial en su reconocimiento tuvieron Doug Sahm (del Sir Douglas Quintet), en cuyo primer álbum (‘Doug Sahm and band’, 1973), Flaco se vio compartiendo sesiones con Bob Dylan y Dr. John, y Ry Cooder, que contó con él en tres temas de ‘Chicken skin music’ (1976). Fichado por un Arhoolie Records, sello independiente iniciado en el blues primigenio, el disco ‘Flaco Jiménez y su Conjunto’ (1977) desplegó sus artes con piezas propias y adaptaciones (de su padre en el caso del tema ‘Un mojado sin licencia’), asociando su acordeón (y su canto) a una actitud vital alegre (pese a ciertos infortunios narrados: ‘El padre de un soldado’ apuntaba al reclutamiento en la guerra de Vietnam).
Su reputación creció, en los años 80 y 90, a través de los fogosos discos de Texas Tornados (con Sahm, Augie Meyers y Freddy Fender) y al tomar parte en álbumes de Dwight Yoakam, Santana, Bryan Ferry, The Mavericks, Emmylou Harris, Los Lobos, Los Fabulosos Cadillacs… En España, Sabina contó con él en ‘Yo, mí, me contigo’ (1996), colaboración muy perceptible en el vals ‘Jugar por jugar’. María Dolores Pradera lo incluyó en su ‘Caminemos’ (1997) y, años más tarde, Bunbury en ‘Licenciado Cantinas’ (2011). Fito y Fitipaldis versionaron un tema suyo, ‘Para toda la vida’ (en ‘Los sueños locos’, 2001). El primero de sus Grammy se le concedió por el álbum ‘Ay te dejo San Antonio’ (1987), encabezado por otra de las composiciones de su padre.
En el Congreso estadounidenseFlaco Jiménez vivió su edad de oro en la cincuentena, publicando trabajos tan destacados como ‘Partners’ (1992), álbum incorporado al selecto catálogo de la Biblioteca del Congreso estadounidense y que contiene su registro actualmente más escuchado en Spotify: la adaptación de ‘Carmelita’, de Warren Zevon, a dúo con Dwight Yoakam. Fue en la gira de ese disco cuando actuó (en mayo de 1993) por primera vez en Barcelona, sala Zeleste. Una colaboración más, muy sonada, disparó más si cabe su notoriedad: la que le unió a los Rolling Stones en ‘Voodoo lounge’ (1994), donde su acordeón dialogó con las guitarras en el medio tiempo con vistas al sur en el tema ‘Sweethearts together’.
Su implicación en otro supergrupo, Los Super Seven (con miembros de Los Lobos), le dio nuevas motivaciones en los tiempos del cambio de siglo, cuando su obra discográfica comenzó a espaciarse. Su último álbum fue el compartido ‘Flaco & Max: Legends and legacies’ (2014), publicado por Smithsonian Folkways Recordings, en el que el instrumentista de bajo sexto Max Baca y él rindieron homenaje a las músicas de sus respectivos progenitores.
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