La OTAN no es un monolito. En los últimos días, uno de sus miembros, Estados Unidos, ha decidido unilateralmente y sin contar con sus socios bombardear Irán en auxilio de Israel, que no es miembro de la organización. El presidente de otro país de la Alianza, el turco Recep Tayyip Erdogan, comparaba precisamente al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu con Adolf Hitler. El primer ministro de Noruega, Jonas Gahr Store, ponía en duda la legalidad del ataque. Y Pedro Sánchez presentaba la excepción española a la senda de gasto en la Alianza.
El presidente anunció por sorpresa y de forma solemne en una declaración institucional este domingo que había acordado con la OTAN la exención del cumplimiento de la senda de gasto de hasta el 5% del PIB: 3,5% en capacidades militares y 1,5% en otras de seguridad, de aquí a 2035. Cuando el Partido Popular dijo que se había inventado el presunto acuerdo, Sánchez publicó como prueba una carta del secretario general de la OTAN. “Puedo confirmarle que el acuerdo en la próxima cumbre de la OTAN dará a España flexibilidad para determinar su propia ruta soberana para alcanzar la meta de los Objetivos de Capacidad [militar] y los recursos anuales necesarios en términos del porcentaje del PIB para presentar sus propios planes anuales”, escribía Rutte.
El giro de guion llegaba pocas horas más tarde. Rutte ha aparecido en rueda de prensa este lunes para rebajar el entusiasmo de Sánchez: “En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos”, ha dicho el político liberal neerlandés. “España cree que puede alcanzar esos objetivos con un porcentaje del 2,1%. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar un 3,5% para conseguirlo”.
¿Qué está ocurriendo? En realidad, nadie miente. La clave está en que la senda de gasto no es una cifra vinculante, sino más bien un compromiso de carácter político y simbólico. Países como España, pero también Canadá, Italia o Bélgica la consideran excesiva.
“En la cumbre de la OTAN de Gales del año 2014 se introdujo el objetivo del 2% en una década porque la media de los países era el 1,4% y el siguiente número redondo era el dos”, recuerda en conversación con El Periódico Jordi Calvo, coordinador del Centro Delás, especializado en gasto militar en España. Pocos aliados la alcanzaron. “Todo es una estrategia de márketing que sirve para vender una idea: hay que aumentar el presupuesto militar. Es un trabajo lento para intentar convencer a las sociedades y a los gobiernos de que hay que llegar a este porcentaje, que en realidad es una cifra arbitraria y no es jurídicamente vinculante. España aumentará el gasto o no dependiendo del gobierno que haya y de las necesidades”.
El 5% es, para el autor, un mensaje que todos quieren reescribir para satisfacer a sus audiencias: la OTAN, para dejar claro al mundo que acelera su rearme; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para decir a los estadounidenses que por fin ha conseguido que los “freeloaders” [aprovechados] europeos se comprometan a pagar la factura; y Sánchez, para garantizar a sus socios de izquierdas que España no sacrificará el gasto social por el militar. El 5% del PIB de hoy equivale a 80.000 millones de euros; el gasto sanitario público ronda los 99.000.
Capacidades militares comprometidasEn la misma idea incide una fuente con amplios conocimientos de la organización militar: el número no es vinculante y es totalmente arbitrario, no una factura. Lo que sí es muy relevante es el cumplimiento de los llamados Objetivos de Capacidades militares. Un documento secreto en el que se especifican los sistemas de defensa que tienen que tener listos los aliados. Y es muy concreto: los jefes militares de la OTAN determinan si hacen falta, por ejemplo, 27 regimientos de infantería, 300 aviones de combate, o el porcentaje de capacidades destina a artillería o a defensa antiaérea…
Los sistemas avanzados de armamento tardan muchos años en desarrollarse, hasta una década o incluso más. Por eso se planifica a diez años vista. La cifra sugerida por la OTAN, y que previsiblemente se aprobará en la cumbre de La Haya (Países Bajos) que comienza mañana fijará, sitúa en 2035 la fecha en la que los 32 aliados deben alcanzar esa cifra de gasto.
Por ejemplo, España tiene por ejemplo que renovar los aviones de despegue vertical Harrier, porque si no no tiene sentido tener un buque de proyección estratégica como el Juan Carlos I; o cambiar los viejos cazas F-18 o los Leopard de fabricación nacional pero que se están quedando obsoletos.
“La clave está en la revisión de 2029”Sánchez defiende que lo que se ha conseguido es centrarse en el qué más que en el cuánto. El PIB varía y cada país tiene sus particularidades, así que una cifra común no tiene sentido.
“Yo creo que uno depende de lo otro: es difícil lograr unos objetivos de capacidades militares si se rechaza el porcentaje que está vinculado a ellos”, opina en conversación con este diario Alberto Bueno, de la Universidad de Granada. El profesor, dedicado a cuestiones de seguridad y defensa, subraya como clave la última frase de la carta de Rutte: “La trayectoria y el equilibrio de gasto bajo este plan se revisará en 2029, a la vista del entorno estratégico y los Objetivos de Capacidades actualizados por la OTAN”.
“Para mí el descuelgue español tendrá mala factura en términos diplomáticos”, afirma Bueno. Trump, que es el que fijó la cifra, ya ha amenazado con “lidiar con España si rechaza llegar a los mismos niveles que el resto de países aliados”.
Aunque no sea jurídicamente vinculante y hasta ahora haya sido poco respetada, la cifra de gasto propuesta por la OTAN tiene un gran peso político sobre los países aliados, especialmente en los tiempos de zozobra actuales y con una guerra abierta por Rusia en suelo europeo contra Ucrania. Por eso, la organización militar aprieta para formalizar ese objetivo en la declaración final de la cumbre de la Alianza Atlántica que se inicia este martes en La Haya.