Mientras la luna de miel electoral laborista se adentra en territorio de memoria lejana y Keir Starmer intenta reiniciar su cargo de primer ministro, el partido y su líder podrían encontrar instructivo una mirada hacia el sur.
Durante los últimos seis años, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por el primer ministro, Pedro Sánchez, ha desafiado las expectativas al permanecer en el poder durante algunos de los momentos más turbulentos de la historia reciente de España y Europa, lo que lo convierte en un caso poco común. baluarte de la socialdemocracia en un continente cada vez más derechista.
Es más, como señaló recientemente The Economist, España parece ser ahora la economía del mundo rico con mejor desempeño en 2024, según medidas como el crecimiento del PIB, el desempleo y el desempeño del mercado de valores.
La clave de la improbable longevidad de los socialistas en el gobierno es su líder, a quien con razón se le conoce como el gran superviviente de la política española. Después de ser defenestrado por su partido en 2016, Sánchez regresó como líder al año siguiente y, en 2018, se convirtió en primer ministro después de utilizar un audaz voto de censura para derrocar al gobierno conservador sumido en escándalos de su predecesor, el Partido Popular (PP). Mariano Rajoy. No en vano llamó a sus memorias de 2019 Manual de resistencia (Manual de Resistencia).
Desde entonces, Sánchez ha derrotado a otro líder del PP, ha presenciado la rápida muerte del partido de centroderecha Ciudadanos, el crecimiento igualmente rápido del partido de extrema derecha Vox y el lento declive de sus antiguos socios en Podemos, que surgieron de la anti-austeridad indignado movimiento.
Además de una economía ronroneante, el PSOE y sus socios de coalición –primero Podemos y ahora la alianza izquierdista Sumar– pueden atribuirse el mérito de una lista de políticas llamativas en los últimos años, incluidas reformas laborales, la introducción del sistema menstrual licencia y la actualización de la legislación sobre el aborto, una ley de eutanasia y un régimen de renta mínima básica.
También ha habido medidas para limitar los precios de los alquileres y tomar medidas enérgicas contra los pisos turísticos, y una ley histórica que reconoce a los repartidores de comida a domicilio de empresas como Glovo y Just Eat como empleados en lugar de trabajadores autónomos.
Sin embargo, no todo lo que ha hecho el gobierno de Sánchez ha resultado abrumadoramente popular. Con el paso de los años, la coalición liderada por los socialistas ha aprobado importantes leyes y Sánchez ha sido acusado de aferrarse al poder a cualquier precio.
Un retrato desfigurado de Sánchez en un autobús durante una protesta en Madrid. Fotografía: Sergio Pérez/EPAEn abril, el primer ministro pidió disculpas a las víctimas por un vacío legal en la llamada ley sólo sí significa sí, que pretendía endurecer las penas por delitos sexuales pero que ha permitido que algunos delincuentes condenados vean reducidas sus penas.
Pero a los ojos de los numerosos enemigos y críticos de Sánchez –y, de hecho, de una gran parte de sus propios partidarios– la mayor traición de todas se produjo el año pasado, cuando el famoso pragmatismo y la resistencia del primer ministro alcanzaron nuevas alturas.
Después de haber perdido por poco las elecciones anticipadas de julio ante el PP –que posteriormente demostró ser incapaz de reunir el apoyo necesario para formar un gobierno, incluso con la ayuda de Vox– Sánchez hizo otra de sus famosas apuestas.
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Sabiendo que su única manera de permanecer en el cargo era conseguir el apoyo de los dos principales partidos independentistas catalanes, Sánchez cedió a sus demandas de una amnistía para todos los involucrados en el fallido intento de secesión hace siete años a cambio de su ayuda.
Aunque la medida dio sus frutos y Sánchez fue reinvestido como primer ministro en noviembre del año pasado, la estrategia enfureció a muchas personas, que lo acusaron de puro interés personal y de capitulación cobarde.
“El problema sois vosotros”, le dijo a Sánchez el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. “Usted y su incapacidad para cumplir su palabra, su falta de límites morales, su ambición patológica… La historia no tendrá amnistía para usted”.
Desde entonces, el primer ministro se ha visto a merced de sus nuevos aliados mientras intenta que se apruebe su presupuesto para 2025, y ha visto a su administración –sin mencionar a su propia esposa– enfrentar acusaciones de corrupción. Si bien Sánchez insiste en que su esposa es inocente y víctima de una campaña de difamación emprendida por sus enemigos políticos y mediáticos, gran parte del brillo político de hace seis años ha quedado empañado.
A pesar de algunas circunstancias muy diferentes, el caso de Sánchez ofrece a Starmer y a otros líderes una lección valiosa: la resistencia puede no ser inútil, pero a menudo es costosa.