«¿En qué se diferencia el sonido de un guitarrista hombre y otro mujer?» Mercedes Luján (Lorca, 1987), está cansada de que siempre le pregunten esto en las entrevistas. Ella es uno de los pocos nombres propios de mujer que se suelen mencionar entre los guitarristas flamencos, pero no le gusta hacer bandera de esto. «Si uno escucha un disco de guitarra con los ojos cerrados no es capaz de distinguir si el intérprete es hombre o mujer», argumenta. «Yo creo que el sonido es lo que uno lleva dentro, el lenguaje de cada uno». La guitarrista presenta este viernes en el festival Miradas flamenkas, en Madrid, un espectáculo que ha titulado de forma genérica Flamencas y en el que pone el acento en el hecho de que el elenco al completo es femenino.
Lo hará en el Centro Cultural Pilar Miró acompañada de las mismas instrumentistas con las que nació este espectáculo en 2021: la cantaora y segunda guitarrista Teresa Hernández, la percusionista Nasrine Rahmani (percusionista, entre otros, en Cante a lo gitano, el disco más reciente de Niño de Elche), la bajista Yadira Alonso, la trompetista Jessi Estévez y la guitarra eléctrica de Viky Oliveros. «Lo más importante de Flamencas es el factor sorpresa», dice sobre el repertorio la guitarrista y compositora. «Llevamos con este espectáculo unos años, pero cada vez que lo subimos al escenario es un nuevo estreno. La sorpresa está siempre presente, tanto en la composición como en la interpretación».
Luján, cuyo verdadero nombre es Mercedes Sanguiao Horneros y que es hija de una cantante y un locutor, dice que nunca buscó que el elenco fuese completamente femenino. «Simplemente, me quería rodear de los mejores en cada instrumento», indica. «Siempre intento acercarme a personas me sorprendan y con las que tenga una admiración mutua». Sin embargo, una vez que se dio cuenta de que eran todas mujeres, decidió darle visibilidad a este hecho porque, explica, hay muchísimas instrumentistas pero es difícil verlas en el escenario.
«¿Dónde se rompe la cadena?», se pregunta la guitarrista. «Los conservatorios están llenos de mujeres aprendiendo a tocar la trompeta, el bajo, la percusión, la guitarra… Si hay niñas tocando estos instrumentos, ¿por qué tan pocas llegan a hacerlo profesionalmente?», se pregunta. «Yo desde niña supe que la guitarra era mi instrumento. Intenté tocar otros, pero esto es como el que encuentra al amor de su vida: yo había nacido y crecido con la guitarra».
La guitarrista Mercedes Luján, en concierto. / Ghia Alen
La niña de 16 años que tocaba como un señor de 150Luján se introdujo en el mundo de la guitarra de la manera más tradicional: aprendiendo desde niña junto a su abuelo, que también lo era. Él nació en Jerez y aprendió a tocar el instrumento junto al maestro Javier Molina, el mismo que tuvo la saga de los Morao, pero decidió instalarse en Oriente Medio «debido a las dificultades de la época». Tardaría 15 años en volver. «Yo aprendo directamente de mi abuelo, así que era una niña de 16 años tocando como un señor de hace 150», dice. Quería dedicarse a la guitarra, pero era constantemente criticada por su aspecto y por ser una mujer. «No supe gestionar esto, me agobió mucho y dejé de tocar».
Pasó diez años sin tocar la guitarra. ¿Qué cambió para que volviese? «Cambió todo. Me encontré un flamenco más accesible, cambió la mentalidad de la gente y yo también tengo otra madurez», explica. La oportunidad de hacerlo se la ofrecería Antonio Benamargo, director de la Suma Flamenca, el festival de la Comunidad de Madrid. «Me planteó un reto abismal, un mano a mano con Rosalía. Yo no podía decir que no». Fue en 2017, en el Festival de Flamenco Joven de Madrid. «Cuando volví me di cuenta de que quizás esa losa que yo sentía no era una losa, sino un altar: mis raíces son mi orgullo».
Desde entonces, ha trabajado para ir construyendo una carrera en la que, admite, sigue costando mucho abrirse paso porque siguen dominando los estereotipos asociados a las mujeres guitarristas entre los programadores. Sin embargo, esto no le frena. «Para mí, todo es un trampolín», explica. «También cuando me dicen que van a meter a Fulanito, que tiene más nombre que yo y con él van a vender más entradas. Me sirve para pensar en qué tengo que mejorar».
Mujeres guitarristas en el flamencoLas mujeres guitarristas no son una cosa nueva en el flamenco. En los inicios de este arte, muchas tocaban para acompañar al cante o al baile o como solistas. Hay infinidad de documentos gráficos que recogen esta tradición -basta darse una vuelta por el Museo Thyssen de Málaga, por citar un ejemplo, y ver la cantidad de mujeres guitarristas que hay retratadas en los cuadros costumbristas de finales del siglo XIX y principios del XX-. Hay numerosas investigadoras que están rescatando sus historias, como hace la doctora Ángeles Cruzado Rodríguez en su blog Flamencas por derecho. Lo que supuso una barrera para que se generalizase ver a mujeres guitarristas, sobre todo después de la Guerra Civil, fue la profesionalización. No sólo por estar mal visto que las mujeres fuesen profesionales -el flamenco estaba ligado con espacios de muy mala reputación-. También porque los guitarristas, en el cuadro flamenco tradicional, eran los directores de las compañías y, por tanto, quienes elegían el repertorio, el elenco y negociaban los contratos. Un papel en el que era difícil ver a una mujer.
En las últimas décadas, como explica Luján, los conservatorios se han llenado de mujeres. Sin embargo, muchas eligen hacer carrera en la docencia o buscar una salida profesional en otros espacios -o en el extranjero, donde hay menos prejuicios-. Algunas pocas han conseguido vivir como instrumentistas -Laura González, Antonia Jiménez, Bettina Flater o María Martín-, pero casi ninguna ha logrado saltar a las principales programaciones nacionales. Tan sólo lo hacen cuando se organizan recitales colectivos o ciclos exclusivamente femeninos.
Mercedes Luján no recuerda haber tenido referentes mujeres siendo niña, pero su abuelo fue quien más le alentó a buscar una carrera como guitarrista. «Él siempre me decía: tú no has visto mujeres tocar la guitarra, pero yo sí», explica. Instalada en Madrid desde hace cuatro años, trató de alzarse con el prestigioso Bordón Minero del Festival de las minas de La Unión el pasado verano -que aún no ha ganado nunca ninguna mujer-, que consiguió, nuevamente, un hombre, Joni Jiménez.
Primer disco en procesoAhora, mientras su presencia comienza a ser cada vez más común en las programaciones flamencas gracias su espectáculo abierto Flamencas, está inmersa en la grabación de su primer disco, y lo utiliza también para ir presentando en público las composiciones que formarán parte de él antes de su lanzamiento la próxima primavera. Dice que ya tenía los temas compuestos desde hace tiempo, pero hasta ahora no ha encontrado a la persona adecuada para grabarlo. Será un disco netamente femenino. Tanto, que para producirlo ha buscado a una gran productora: Salomé Limón.
«Para mí es un sueño hecho realidad», dice la guitarrista emocionada. «Cuando me senté por primera vez en el estudio y empecé a tocar, me puse a llorar de la emoción. Nunca había tenido un sonido tan impecable». Limón es ingeniera de sonido y productora. Ha trabajado con una interminable lista de artistas -su primer trabajo discográfico fue en El Cantante, de Andrés Calamaro-, dentro y fuera del flamenco y su labor ha sido merecedora de cinco Latin Grammy -por su trabajo junto a Pepe de Lucía (2021), Michel Camilo y Tomatito (2017), Tomatito (2013), Buika y Chucho Valdés (2010) y el disco Entre 20 aguas: a la música de Paco de Lucía (2015)-. «Pero lo más importante para mí es que ella está igual de ilusionada que yo con este disco», admite Luján.