El 4 de marzo de 1978, alrededor de las 15,30 horas, como cada sábado, varios millones de niños españoles se situaban ante el televisor para ver una serie de animación. La última semana se había emitido Miguel el Travieso. Atrás había quedado ya el éxito y la llorera de Marco, de los Apeninos a los Andes, y TVE buscaba esta vez algo diferente. Y vaya si lo encontró. De repente, a esa hora, en la pantalla apareció una piscina de la que surgía un robot gigante. Una voz estruendosa y aguda gritaba “Mazinger”, y a continuación “Planeador abajo”. Los más afortunados pudieron verlo en color, aunque aún en muchos hogares había televisores en blanco y negro. Se sumaba entonces a aquellas imágenes una música pegadiza y la voz engolada de un cantante que decía: “El terror, la maldad, Koji puede controlar, y con él, su robot, Mazinger!”. Los ojos de los pequeños se agrandaron, conscientes de que estaban ante algo completamente nuevo. Estuvieron fascinados durante todo ese primer capítulo, boquiabiertos, empapándose de un nuevo género para ellos, de una historia y de unos personajes que los introducían en el género de ciencia ficción.
Rápidamente, muchos de aquellos niños bajaron a la calle a jugar al fútbol, a las chapas, a la goma o a las canicas, costumbres de entonces hoy ya casi desaparecida en las grandes ciudades, y el tema de conversación fue inevitablemente Mazinger Z: “¿Habéis visto al robot? ¿Al Doctor Infierno? ¿Koji? Es increíble”. En apenas unas semanas, se sabrían de memoria la letra de la canción de apertura de la serie. Tampoco tardaron en aparecer álbumes de cromos, bollos, cómics, juguetes y todo tipo de artículos con el reclamo del robot gigante. El éxito fue tan inmediato como abrumador.
Cruzada de los adultos Casi en paralelo, unos cuantos miles de adultos reaccionaron de inmediato con incredulidad ante lo que salía de los televisores y lo que traía esa nueva serie de dibujos. Esto no tenía nada que ver con el buenismo de Heidi. Ni siquiera con la traviesa Pippi Calzaslargas. Explosiones, misiles, peleas, destrucción… Mazinger Z se enfrentaba a las fuerzas del mal, dispuestas a dominar a la humanidad provocando los desastres y las víctimas que resultaran necesarios. Desde un inicio se emprendió una cruzada contra una serie que había cautivado a niños y adolescentes en tiempo récord. Se dirigieron multitud de misivas a la sección de Cartas al director de los periódicos, se publicaron análisis de toda índole examinando la serie desde perspectivas psicológicas, sociológicas y pedagógicas. También se lanzaron mensajes alarmistas hacia los responsables entonces de TVE, que se enfrentaba en plena Transición a un difícil equilibrismo que ahora una serie infantil venía a complicar. Se trataba de algo más que un choque generacional. La presión fue tal que el ente público decidió cortar por lo sano y aparcar las emisiones para disgusto e incredulidad de la chiquillería antes de completar la emisión de los capítulos cuyos derechos había adquirido.
Pese al carácter efímero de la serie en el televisor, la novedad que representó Mazinger Z, su trascendencia, su influencia permanece aún latente en miles de ya cincuentones (o de los que están a punto de serlo) y los objetos de coleccionismo con el robot como protagonista se venden hoy a precio de oro. Su huella, 45 años después de la emisión de aquel primer capítulo, permanece imborrable. Muchos la consideran la serie más impactante de su infancia. Y algunos, incluso, de sus vidas.
Un robot que nació en 1972 Todo comenzó en 1972. El guionista y dibujante japonés Go Nagai (Wajima, 1945), un verso suelto e irreductible de las series de animación niponas, ideó a Mazinger Z ese año. Primero apareció el manga en la revista Shonen Jump el 2 de octubre. Y apenas dos meses después, la cadena Fuji TV inició las emisiones de la serie. Seis años más tarde fue cuando los dibujos llegaron a España, que se convirtió así en el primer país europeo en difundirlos. TVE adquirió 33 de los 92 capítulos que existían. La elección de los mismos no fue una decisión de la cadena pública española, sino que corrió a cargo de la productora nipona Toei. Esta pretendía vender solamente aquellos episodios que consideraba de mayor calidad. Entre el 4 de marzo y el 9 de septiembre de 1978 se emitieron 27 de esos capítulos.
Go Nagai, creador de ‘Mazinger Z’, en el Salón del Cómic de Barcelona en 2012. MARTA PÉREZ
La historia de Mazinger Z comenzaba en la isla de Rodas, en el archipiélago del Dodecaneso. Allí, un grupo de científicos comandado por el doctor Infierno llevaba a cabo una investigación arqueológica cuando dieron con los restos de unos autómatas gigantes que databan de una civilización antigua. El Doctor Infierno los revivió en secreto y los presentó ante su equipo de científicos, a los que hizo saber que usaría a esos robots para dominar el mundo. Cuando los científicos se negaron a secundar su plan, Infierno los aniquiló. Solamente logró escapar con vida el doctor Kabuto, que se refugió en Japón, donde creó a Mazinger valiéndose de la súper aleación Z que había inventado él mismo y de la energía fotónica que procedía del reactor de Japanium, un mineral que solo se hallaba en Japón procedente de un yacimiento secreto.
Pero el barón Ashler, un personaje mitad hombre mitad mujer, enviado por el doctor Infierno, encontró a Kabuto y acabó con su vida, aunque antes el científico logró desvelar a su nieto Koji la existencia de su creación robótica y le endosó la responsabilidad de «pilotarlo» y enfrentarse a las fuerzas del mal para salvar a la humanidad.
Las armas de Mazinger Mazinger Z se convertía así en el primer robot gigante tripulado. Y desde ese instante, con Koji a los mandos, el gigante debería enfrentarse a las malvadas creaciones mecánicas enviadas por el doctor Infierno. El robot, que permanecía oculto en un hangar bajo una piscina, disponía de una amplia variedad de poderes y armas. De sus ojos salían rayos láser fotónicos; de su mentón vientos huracanados con partículas corrosivas; de las aletas rojas que se encontraban en sus pectorales surgía un fuego que podía alcanzar hasta los 30.000 ºC; sus puños podían salir despedidos para golpear a sus rivales; y era capaz de lanzar misiles perforadores e incluso cuchillas que cortaban el hierro como si fuera mantequilla. Más tarde, avanzada ya la serie, Mazinger recibiría unas alas que se acoplaban a él para permitirle volar y enfrentarse a los robots enemigos en el aire, además de para poder desplazarse y acudir a los lugares donde le necesitaban más rápidamente.
El nombre de Mazinger procedía de unir la raíz nipona ‘Ma’, que significa ‘demonio’, a ‘jin’, que equivale a ‘dios’. Finalmente, se le unía la sílaba ‘ger’ (rescatada del nombre Emerger con el que inicialmente se pensó llamar al robot) y la Z (que se correspondía con la superaleación con la que estaba fabricado). De esa forma, Mazinger podía ser considerado un elemento que procuraba el bien, pero que debía emplear la fuerza y la destrucción para acabar con sus rivales. Koji Kabuto controlaba a Mazinger desde un planeador que se acoplaba a la cabeza del robot. En los enfrentamientos de este contra sus antagónicos, las ciudades eran arrasadas, y el caos y la devastación eran casi permanentes.
Figura de culto Hoy, la figura de Mazinger Z sigue viva en miles de artículos de merchandising, da nombre a bares y cafeterías, incluso al de empresas, y sus artículos originales de los años 70 son el deseo y objetivo de miles de coleccionistas y nostálgicos. En la urbanización Más de Plata, en la localidad tarraconense de Cabra del Camp, se erigió en 1979 una estatua de unos diez metros del altura del robot. Sigue siendo hoy la más grande de cuantas existen en el mundo. Más recientemente, en el año 2021, una familia granadina levantó otra gran figura de Mazinger (7 metros de altura) en el jardín de su casa. Esta última es el reflejo de la permanencia de esa admiración que despertó la figura de ficción en aquellos niños que hoy son adultos incapaces de olvidar no solo al robot sino a los personajes de la serie: Koji, Sayaka, Shiro Kabuto, el profesor Yumi, el conde Brocken, y a los malvados autómatas (kikaijus) Garada K-7, Grengus C3, Balager M1…
Estatua de Mazinger Z en una plaza de la urbanización Mas del Plata, en Cabra del Camp (Tarragona). JOAN REVILLAS
En apenas unos meses, la serie Mazinger Z fue capaz de quedar incrustada para siempre en la memoria de aquellos chicos y chicas. Preguntado hace algunos años por la vigencia de su invención, Go Nagai respondió: “No cambiaría ni una coma; Mazinger pertenece a los sueños de los niños”.